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Πράξεις - Hechos

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1

La promesa del Santo Espíritu

1 El tratado anterior que hice, oh Teófilo, de todo lo que Jesús comenzó tanto a hacer como a enseñar,
2 Hasta el día en que fue recibido, después de dar mandamientos por medio del Santo Espíritu, a los apóstoles que eligió:
3 A los cuales también se mostró vivo después de su pasión por muchas pruebas tekmérion, siendo visto de ellos cuarenta días, y hablando de lo perteneciente al reino de Dios:
4 Y reunido con, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la epaggelia del Padre, cual, oyeron de mí. (dice Jesús)
5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua; pero ustedes serán bautizados con El Santo Espíritu dentro de no muchos días.

La ascensión

6 Entonces, reunidos ellos, le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás en este chronos el reino a Israel?
7 Y les dijo: No es suyo saber los chronos o kairos, que el Padre puso en su propia autoridad.
8 Pero recibirán dunamis, después que El Santo Espíritu venga sobre ustedes; y ustedes me serán martus así en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta el fin de la tierra.
9 Y diciendo Él estas cosas, fue levantado, viéndolo ellos; y una nube lo recibió apartándolo de su vista.
10 Y mientras ellos miraban fijamente hacia el cielo él subió; Acá, dos hombres estaban junto a ellos en vestiduras blancas;
11 Quienes también dijeron: Varones galileos, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este mismo Jesús, que fue llevado de ustedes al cielo, así vendrá, del mismo modo que lo vieron ir al cielo.

Elección del último apóstol.

12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado elaión, que está de Jerusalén a distancia de un Sabbath.
13 Y cuando entraron, subieron a una habitación superior, donde estaban viviendo Pedro, Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, de Alfeo, Simón el Zelote y Judas de Jacobo.
14 Todos éstos perseveraban homothumadon en oración y ruego, con las mujeres, y María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
15 Y en esos días Pedro se levantó en medio de los discípulos, y dijo, (el número de nombres reunidos era como de ciento veinte)
16 Hombres, hermanos, era necesario que se cumpliera esta Escritura, que El Santo Espíritu, por boca de David, habló antes respecto de Judas, siendo guía de los que prendieron a Iésous.
17 y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio.
18 Más este, ciertamente, compró un campo con la recompensa de adikia; y cayendo de cabeza, laskó por la mitad, y todas sus entrañas se desparramaron.
19 Y fue conocido por todos los moradores de Jerusalén, tanto que ese campo se llama en su propia lengua, Hakeldamach, es decir, El campo de la sangre.
20 Porque está escrito en el libro de los psalmos:
Que su habitación sea desierta,
Y nadie viva en ella; sal 69.25
Y otro tome su episkopé.Sal 109.8

21 Por tanto, de estos hombres que nos acompañaron Todo el tiempo en que El Señor Jesús vino y salió entre nosotros,
22 Desde el bautismo de Juan hasta el mismo día en que fue levantado de entre nosotros, uno de estos es ordenado testigo con nosotros de su resurrección.
23 Y señalaron a dos, a José, llamado Barsabás, cuyo sobrenombre era Justo, y a Matías.
24 Y oraron, y dijeron: Tú, Señor, kardiognóstés de todos, muestra a cuál de estos dos elegiste,
25 Para que tome parte en este ministerio y apostolado, del cual Judas parabainó, yéndose a su propio lugar.
26 Y tiraron sus suertes y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

2

Llega El Santo Espíritu

1 Y al llegar el día de pentékosté, estaban todos homothumadon en un mismo lugar.
2 Y de repente vino un eco del cielo como trayendo un fuerte viento, y llenó toda la casa donde estaban sentados.
3 Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentaron sobre cada uno de ellos.
4 Y todos fueron llenos del Santo Espíritu, y comenzaron a hablar heteros glóssa, según el Espíritu les dió a hablar.
5 Y estaban viviendo en Jerusalén judíos, hombres piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
6 Y cuando se hizo este sonido, se juntó la multitud, y estaban confundidos, porque cada uno los oía hablar en su propio dialekto.
7 Y todos estaban asombrados y maravillados, diciéndose unos a otros: Miren, ¿no son galileos todos estos que hablan?
8 ¿Y cómo oímos nosotros a cada uno en nuestro propio dialekto en el que nacimos?
9 Parthos, y medos, y elamitas, y los moradores de Mesopotamia, y Judea, y Capadocia, del Ponto y Asia,
10 También Frigia y Panfilia, Egipto y en las partes de Libia cercanas a Cirene, y extranjeros romanos, también Judíos y prosélitos,
11 Cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillosas obras de Dios.
12 Y todos existémi, y dudaban, diciéndose unos a otros: ¿Qué significa esto?
13 Otros burlándose decían: Estos están llenos de gleukos.

Primer discurso de Pedro

14 Pero Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz y les dijo: Ustedes, hombres de Judea, y todos los que viven en Jerusalén, sea esto bien sabido a ustedes y escuchen mis palabras:
15 Porque éstos no están borrachos, como ustedes suponen, porque es la hora tercera del día.
16 Pero esto es lo dicho por el profeta Joel;
17 Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; y sus hijos y sus hijas profetizarán, y sus jóvenes verán visiones, y sus ancianos soñarán sueños: jl 2.28 zc 12.10
18 Y ciertamente sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré en aquellos días de mi Espíritu; y profetizarán:
19 Y daré maravillas arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra; sangre, y fuego, y vapor de humo:
20 El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga ese gran y notable día del Señor:
21 Y sucederá que todo el que invoque el nombre del Señor vivirá.
22 Hombres de Israel, escuchen estas palabras: Jesús Nazóraios, un hombre aprobado por Dios entre ustedes por milagros y maravillas y señales, que Dios hizo por Él en medio de ustedes, como ustedes mismos también saben:
23 Él, entregado por el determinado consejo y prognósis de Dios, Lo tomaron, y por manos anomos lo crucificaron, matándolo.
24 A quien Dios resucitó, desatando los dolores de la muerte: porque no era posible ser retenido por ella.
25 Porque David dijo acerca de Él:

Veía al Señor por siempre delante mío, porque Él está a mi dexios, para que no sea conmovido: sal 16.8
26 Por esto, mi corazón euphrainó, y mi lengua se alegró; Y además, también mi carne descansará en esperanza:

27 Porque no dejarás mi alma en el hades, ni permitirás a tu Santo ver corrupción.sal 16.10
28 Me hiciste conocer el camino de vida; me llenarás de alegría con tu rostro.
29 Hombres, hermanos, permítanme hablarles libremente del patriarca David, quién está muerto y enterrado, y su tumba está con nosotros hasta el día de hoy.
30 Por tanto, siendo profeta, y sabiendo que Dios le presto juramento, que del fruto de sus lomos, según la carne, levantaría a Cristo para sentarse en su trono;
31 Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no quedaría en el hades, ni su carne vería corrupción.
32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
33 Por tanto, exaltado por la diestra de Dios, y recibiendo del Padre la promesa del Santo Espíritu, derramó a Quién ustedes ahora ven y oyen.
34 Porque David no ascendió a los cielos,sino que él mismo dice:

Kurios dijo a mi Kurios : Siéntate a mi dexios, sal 110.1
35 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
36 Por tanto, sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios hizo Señor y Cristo Al mismo Jesús a quien ustedes crucificaron.
37 Y al oír, metanoeó kardia, y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
38 Entonces Pedro les dijo: Arrepiéntanse, y bautícense cada uno de ustedes en el nombre de Jesús Cristo para afesis de harmartia, y recibirán el regalo del Santo Espíritu.
39 Porque la promesa es para ustedes, y para sus hijos, y para todos los que están lejos, todos los que el Señor nuestro Dios llame.
40 Y con muchas otras palabras testificó y exhortó, diciendo: ¡Sean salvados de esta retorcida generación!
41 Y alegres ciertamente, recibieron su palabra y se bautizaron; Y el mismo día se añadieron como tres mil psuché.
42 Y permanecían constantemente en la doctrina de los apóstoles y en la koinónia, y en el partimiento del pan y en oraciones.

La vida de los primeros cristianos

43 Y Phobos sobrevino a toda alma; y muchas maravillas y señales fueron hechas por los apóstoles.
44 Y todos los creyentes estaban juntos, y tenían todo en común;
45 Y vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, según la necesidad que cada uno tenía.
46 Y ellos, perseverando cada día en el templo homothumadon, y partiendo el pan en cada casa, comían su comida con alegría y corazón simple,
47 Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la ekklésia zoso.

 

3

Un paralítico es sanado

1 Entonces Pedro y Juan subieron juntos al templo a la hora de la oración, la hora novena.
2 Y llevaban a cierto hombre cojo desde el vientre de su madre, a quien dejaban cada día en la puerta del templo que se llama hóraios, para que pidiera limosna a los que entraban en el templo;
3 Quien viendo a Pedro y a Juan a punto de entrar en el templo pidió una limosna.
4 Y Pedro junto a Juan, fijaron los ojos en él, diciendo: Míranos.
5 Y él les prestó atención, esperando recibir algo de ellos.
6 Entonces Pedro dijo: Plata y oro no tengo; pero lo que tengo te doy: En el nombre de Jesús Cristo de Nazaret, levántate y camina.
7 Y tomándole la mano derecha, lo levantó; y al instante sus pies y sus tobillos stereoó.
8 Y levantándose de un salto, se puso en pie y caminó y entró con ellos en el templo, caminando, saltando y aineó Theos.
9 Y todo el pueblo lo vio caminando y aineó Theos.
10 Y reconocieron que él estaba sentado para limosna a la puerta hóraios del templo; y se llenaron de asombro y ekstasis por lo que le sucedió.

Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón

11 Y el cojo sanado krateó a Pedro y a Juan, todo el pueblo, totalmente asombrado, corrió junto a ellos en el pórtico llamado de Salomón.
12 Y viendo Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué se maravillan de esto, o por qué atenizó en nosotros, como si por nuestro dunamis o santidad hícimos caminar a éste?
13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su Hijo Jesús, a quien ustedes entregaron y negaron en presencia de Pilato, cuando él determinó soltarlo.
14 Pero ustedes negaron Al Santo y Justo, y desearon que se conceda a un asesino;
15 Y mataron al archégos de vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos; del cual nosotros somos martus.

16 Y su nombre, mediante la fe en su nombre, lo stereoó, a quien ven y conocen; sí, la fe, la cual por ella, se le dio esta perfecta sanidad en presencia de todos ustedes.
17 Y ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo hicieron, como también sus gobernantes.
18 Pero lo que Dios anunció antes por boca de todos sus profetas, Cristo sufriría, así lo cumplió.
19 Arrepiéntanse entonces, y conviértanse, para que sus pecados sean exaleiphó, cuando vengan el tiempo de refrigerio de la presencia del Señor;
20 Y apostelló a Jesús Cristo, que antes fue predicado a ustedes:
21 A quien el cielo debe recibir ciertamente, hasta el tiempo de restitución de todas las cosas, la cual Dios habló por boca de todos sus santos profetas desde el inicio aión.

22 Porque Moisés ciertamente dijo a los padres: El Señor su Dios, les levantará un profeta de sus hermanos, como a mí; a Él oirán en todo lo que les diga.deu 18.15
23 Y sucederá, toda alma que no escuche a ese profeta, será destruida por el pueblo.
24 Sí, y todos los profetas desde Samuel y los que siguieron, cuantos hablaron, también profetizaron estos días.
25 Ustedes son hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente todas las Patria de la tierra serán bendecidas.gen 12.3
26 A ustedes primero Dios, levantando a Su Hijo Jesús, lo envió para bendecirlos, apartando a cada uno de ustedes de sus ponérias.

4

Pedro y Juan ante el concilio

1 Y hablando con el pueblo, los sacerdotes, y el capitán del templo, y los saduceos, vinieron sobre ellos,
2 Resentidos que ellos enseñaban al pueblo y predicaban en Jesús la resurrección de la muerte,
3 Y les echaron mano, y los encarcelaron hasta el día siguiente, porque ya era tarde.
4 Pero muchos de los que oyeron la palabra creyeron; Y el número de los hombres era como cinco mil.
5 Y sucedió en la mañana, que sus gobernantes, y ancianos, y escribas,
6 Y annas el sumo sacerdote, y caifás, y Juan, y alejandro, y todos los que eran genos del sumo sacerdote, se reunieron en Jerusalén.
7 Y los pusieron en medio, preguntaron: ¿Con qué poder, o en qué nombre, hicieron esto?
8 Entonces Pedro, lleno del Santo Espíritu, dijo a ellos: Jefes del pueblo y ancianos de Israel,
9 Si hoy nosotros somos examinados por la buena obra hecha a un hombre enfermo, por qué medio él sanó;
10 Sea conocido a todos ustedes, y a todo el pueblo de Israel, que por El nombre de Jesús Cristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron, a quien Dios resucitó de entre los muertos, por Él, este hombre está sano, acá, delante de ustedes.
11 Este es la piedra despreciada por ustedes, constructores, hecha cabeza del ángulo. sal 118.22
12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvados.
13 Y, viendo la parrésia de Pedro y de Juan, y conociendo que eran hombres agrammatos e idiótés, se maravillaban; y les reconocían que estuvieron con Jesús.
14 Y viendo al hombre sanado que estaba con ellos, no pudieron decir nada en contra.
15 Pero les ordenaron que se apartaran del concilio, y consultaron entre sí,
16 Diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? porque ciertamente un notable milagro se hizo por ellos, manifiesto a todos los que viven en Jerusalén; Y no podemos negarlo.
17 Pero para que no se extienda más entre el pueblo, amenacémosles severamente para que no hablen nunca más a nadie en este nombre.

18 Y llamándolos, les mandaron que no hablasen en absoluto ni enseñasen en el nombre de Jesús.
19 Pero Pedro y Juan respondieron y les dijeron: Si es justo a los ojos de Dios escucharlos a ustedes antes que a Dios, juzguen.
20 Porque no podemos no hablar de lo que vimos y oímos.
21 Así que, amenazándolos más, los dejaron ir, sin hallar cómo castigarlos, por causa del pueblo; Porque todos glorificaban a Dios por lo que se hizo.
22 Porque el hombre era de más de cuarenta años, en quien se manifestó este milagro de curación.

Los creyentes piden confianza y valor

23 Y saliendo, fueron a los suyos, y contaron todo lo que los sumos sacerdotes y los ancianos les dijeron.
24 Y oyéndolos, levantaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Señor, Tú, Dios, hiciste el cielo, y la tierra, y el mar, y todo lo que hay en ellos:
25 Que por boca de tu siervo David dijiste:

¿Por qué enfurecen las ethnos, y los pueblos imaginan vanidades?sal 2.1
26 Los reyes de la tierra se presentaron, y los gobernantes se juntaron a una contra el Señor, y contra su Cristo.
27 Porque en verdad, contra Tu Santo Hijo Jesús, a quien ungiste, se juntaron tanto Herodes como Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
28 Para hacer todo lo que Tu mano y Tu consejo determinaron antes que se haga.
29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas: y concede a tus siervos que con toda valentía puedan predicar tu palabra,
30 Extendiendo tu mano para curar; Y hacer señales y maravillas por El nombre de Tu santo hijo Jesús.
31 Y orando ellos, tembló el lugar donde estaban reunidos; y fueron todos Pleto Hagios Pneuma, y hablaban la palabra de Dios con parrésia.

Un corazón y un alma

32 Y la multitud de los creyentes tenía un solo kardia y psuché; y ninguno de ellos decía que algo de lo que poseía era suyo, sino que lo tenían todo en común.
33 Y con gran poder daban testimonio los apóstoles de la resurrección del Señor Jesús; y mégas Charis era sobre todos ellos.
34 Ni había entre ellos a quien le falte; porque los que tenían posesiones de tierras o casas las vendían, trayendo el precio de lo vendido,
35 y los pusieron a los pies de los apóstoles; Y se repartió a cada uno según su necesidad.
36 Y José, a quien los apóstoles apodaban Bernabé, (que es, interpretado, El hijo de consolación) levita nacido en Chipre,
37 Teniendo tierra, la vendió, y trajo el dinero, y lo puso a los pies de los apóstoles.

5

Ananías y Safira

1 Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su esposa, vendió una posesión,
2 Y defraudó del precio, su mujer también estaba enterada, y trajo una parte, y la dejó a los pies de los apóstoles.
3 Pero Pedro dijo: Ananías, ¿por qué satanás llenó tu corazón para mentir al Santo Espíritu, y para retener parte del precio de la tierra?
4 Teniéndola, ¿no era tuya? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué concebiste esta obra en tu corazón? No mentiste a los hombres, sino a Dios.
5 Y Ananías, oyendo estas palabras, cayó ekpsuchó; y sobrevino gran Phobos a todos los que oyeron estas cosas.
6 Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron fuera y lo sepultaron.
7 Y pasando como un lapso como de tres horas, y no sabiendo su mujer lo que sucedió, entró.
8 Y Pedro le respondió: Dime si vendiste la tierra por tanto. Y ella dijo: Sí, por tanto.
9 Entonces Pedro le dijo: ¿Cómo es que ustedes acordaron tentar al Espíritu del Señor? Mira, los pies de los que enterraron a tu marido están en la puerta, y te sacarán.
10 Entonces ella cayó inmediatamente a sus pies, y ekpsuchó: y los jóvenes entraron, y la encontraron muerta, y, sacándola, la enterraron junto a su marido.
11 Y sobrevino gran temor a toda la iglesia, y a cuantos oyeron estas cosas.

Muchas señales y milagros

12 Y por las manos de los apóstoles fueron hechos muchos milagros y maravillas en el pueblo; (y estaban todos homothumadon en el pórtico de Salomón.
13 Y de los demás nadie se atrevía a unirse a ellos; Pero el pueblo los magnificaba.
14 Y se añadían más creyentes al Señor, multitudes así de hombres como mujeres)
15 De tal manera que sacaban a los enfermos a las calles, y los ponían sobre lechos y camillas, para que a lo menos la sombra de Pedro al pasar eclipsara a algunos de ellos.
16 Y vino también una multitud de las ciudades alrededor a Jerusalén, trayendo enfermos, y los atormentados por espíritus inmundos; y todos fueron therapeuo.

Pedro y Juan son perseguidos

17 Entonces el sumo sacerdote se levantó, y todos los que estaban con él (siendo la hairesis de los saduceos), se llenaron de zelos,
18 y echaron sus manos sobre los apóstoles, y los pusieron en la cárcel pública.
19 Pero el ángel Del Señor, de noche, abrió las puertas de la cárcel, y los sacó, y dijo,
20 Vayan, pónganse de pie y hablen en el templo al pueblo todas las palabras de esta vida.
21 Y cuando oyeron esto, entraron en el templo muy de mañana, y enseñaban. Pero vino el sumo sacerdote, y los que estaban con él, y convocaron al consejo, y a todo el senado de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que los trajeran.
22 Pero los oficiales llegaron y no los encontraron en la prisión, entonces volvieron y avisaron,
23 Diciendo: Verdaderamente encontramos la cárcel cerrada con toda seguridad, y los guardias parados fuera, delante de las puertas; pero cuando abrimos, no encontramos a nadie dentro.
24 Ahora bien, cuando el sumo sacerdote y el capitán del templo y los jefes de los sacerdotes oyeron estas cosas, dudaron de ellos, qué sería esto realmente.
25 Entonces vino uno y les contó, diciendo: Acá, los hombres que pusieron en prisión están de pie en el templo, y enseñando al pueblo.
26 Entonces fue el capitán con los oficiales, y los trajeron sin ninguna violencia; por miedo al pueblo, para no ser apedreados.
27 Y cuando los trajeron, los presentaron ante el concilio; y el sumo sacerdote les preguntó,
28 Diciendo: ¿No les mandamos estrictamente que no enseñaran en este nombre? y, miren, ustedes llenaron a Jerusalén con su doctrina, y pretenden traer la sangre de este hombre sobre nosotros.
29 Entonces Pedro y los apóstoles respondieron y dijeron: Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien ustedes mataron y colgaron en un xulon.
31 A Él, Dios exaltó con su dexios por Príncipe y Salvador, para dar a Israel metanoia y perdón de hamartia.
32 Y nosotros somos sus testigos, de estas rhéma; y también El Santo Espíritu, a Quien Dios dio a los que le obedecen.
33 Cuando oyeron esto, diaprió y determinaron matarlos.
34 Entonces se levantó uno en el concilio, fariseo, llamado Gamaliel, doctor de la ley, tenía reputación entre todo el pueblo, y mandó a sacar un momento a los apóstoles;
35 Y les dijo: Varones de Israel, tengan cuidado de lo que piensan hacer respecto de estos hombres.
36 Porque antes de estos días se levantó Teudas, alardeando así mismo de ser alguien; a quien se unió un número como de cuatrocientos hombres: quien fue muerto; y todos, los que le obedecían, se dispersaron y se redujeron a nada.
37 Después de éste se levantó Judas de Galilea en los días del empadronamiento, y arrastró mucho pueblo detrás suyo: también murió; y todos los que le obedecían se dispersaron.
38 Y ahora les digo: Apártense de estos hombres, y déjenlos; porque si este consejo o esta obra es de hombres, se destruirá:
39 Pero si es de Dios, no podrán derribarla; no sea que se encuentren así mismo Theomachos.
40 Y accedieron a él; y habiendo llamando a los apóstoles los golpearon, ordenándoles que no hablaran en el nombre de Jesús, y los dejaron ir.
41 Y así salieron de delante del concilio, chairó de ser dignos de atimázō por su nombre.
42 Y todos los días, en el templo y en todas las casas, no paraban de enseñar y predicar a Jesús el Cristo.

6

Elección de siete diáconos

1 Y en aquellos días, multiplicándose el número de los discípulos, se levantó una murmuración de los griegos contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la ministración diaria.
2 Entonces los doce llamaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es arestos que dejemos la palabra de Dios, y sirvamos a las mesas.

3 Por tanto hermanos, busquen entre ustedes, siete hombres de buen testimonio, llenos del Santo Espíritu y sophia, a quienes designemos sobre este trabajo.
4 Pero nosotros atenderemos continuamente a la oración y la diakonía de logos.
5 Y lo dicho, agradó a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Santo Espíritu, y a Felipe, y a Prócoro, y a Nicanor, y a Timón, y a Parmenas, y a Nicolás, prosélito de Antioquía:
6 A quienes pusieron delante de los apóstoles; y orando, les impusieron las manos.
7 Y la palabra de Dios crecía; y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; y una gran compañía de sacerdotes obedecía a la fe.
 

Arresto de Esteban

8 Y Esteban, lleno de pistis y dunamis, hacía grandes teras y sémeion entre el pueblo.
9 Entonces se levantaron algunos de la sinagoga, llamada Libertinos, y Cireneos, y Alejandrinos, y los de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban.
10 Y no pudieron resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
11 Entonces sobornaron a algunos, que dijeron: Lo escuchamos hablar palabras blasfemas contra Dios y Moisés.
12 Además conmovieron al pueblo, y a los ancianos, y a los escribas, y fueron sobre él a prenderlo, y lo trajeron al concilio,
13 y presentaron testigos falsos, que decían: Este hombre no para de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley:
14 Porque lo oímos decir, que este Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que Moisés nos entregó.
15 Y todos los que estaban sentados en el concilio, mirándolo fijamente, vieron su rostro como el rostro de un ángel.

7

Defensa y muerte de Esteban

1 Entonces dijo el sumo sacerdote: ¿Son así estas cosas?
2 Y él dijo: Varones hermanos y padres, escuchen: El Dios de gloria se apareció a nuestro padre Abraham, cuando estaba en Mesopotamia, antes que él viviera en Harán,
3 Y le dijo: Sal de tu tierra y de tus parientes, y ven a la tierra que Yo te mostraré.
4 Entonces salió de la tierra de los caldeos, y habitó en Harán; y de ahí, muerto su padre; Lo trasladó a esta tierra, en la que ustedes viven ahora.
5 Y no le dio herencia en ella, no, ni para poner el pie: sin embargo, le prometió que se la daría en posesión, y a su simiente después de él, no teniendo hijo.
6 Y habló Dios así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena; y serían esclavizados y maltratados cuatrocientos años.
7 Y a la nación a la cual estén esclavizados, yo la juzgaré, dijo Dios; y después de esto, saldrán y me servirán en este lugar.

8 Y le dio el pacto de la circuncisión; y así engendró a Isaac, y lo circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob; y Jacob a los doce patriarcas.
9 Y los patriarcas, zéloó, vendieron a José a Egipto; pero Dios estaba con él,
10 Y lo libró de todas sus aflicciones, y le dio gracia y sabiduría a los ojos de Faraón, rey de Egipto; y lo hizo gobernador de Egipto y de toda su casa.
11 Ahora bien, vino la hambruna sobre toda la tierra de Egipto y Canaán, y gran aflicción; y nuestros padres no encontraron sustento.
12 Pero oyendo Jacob que había maíz en Egipto, envió primero a nuestros padres.
13 Y a la segunda José se dio a conocer a sus hermanos; y los parientes de José se dieron a conocer al Faraón.
14 Entonces envió José, y llamó a su padre Jacob, y a todos sus parientes, setenta y cinco almas.
15 Entonces Jacob descendió a Egipto y murió, él y nuestros padres,
16 y llevados a Siquem, y puestos en el sepulcro que Abraham compró por una suma de dinero a los hijos de Hamor, de Siquem.
17 Pero cuando se acercó el tiempo de la promesa, que Dios juró a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
18 hasta que se levantó otro rey, que no conocía a José.
19 Éste trató astutamente a nuestros parientes, y maltrató a nuestros padres, e hizo tirar a los bebes, para que ninguno viva.
20 En aquel tiempo nació Moisés, y era muy hermoso, y se crió en casa de su padre tres meses:
21 Y lanzado él, la hija de Faraón lo tomó y lo crió como a su propio hijo.
22 Y Moisés aprendió toda la sabiduría de los egipcios, y fue poderoso en palabras y en obras.
23 Y cuando cumplió cuarenta años, le vino al corazón visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
24 Y viendo que uno de ellos sufría agravio, injustamente, lo defendió, y vengó al oprimido, hiriendo al egipcio:
25 Porque suponía que sus hermanos suniémi cómo Dios, los libraría por su mano; pero no lo entendieron.
26 Y al día siguiente se presentó a ellos mientras peleaban, y los quiso poner en paz otra vez, diciendo: Señores, ustedes son hermanos; ¿por qué se lastiman unos a otros?
27 Pero el que agraviaba a su plésion lo rechazó, diciendo: ¿Quién te hizo gobernante y juez sobre nosotros?
28 ¿No querrás tú matarme como mataste ayer al egipcio?
29 Entonces Moisés escapó a este dicho, y fue extranjero en la tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
30 Y cuando se cumplieron cuarenta años, se le apareció en el desierto del monte Sinaí, un ángel del Señor en una llama de fuego, en una zarza.
31 Cuando Moisés lo vio, se maravilló de la visión; y mientras se acercaba para verlo, la voz Del Señor vino a él,
32 Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés temblando, no se atrevía a mirar.
33 Entonces dijo el Señor: Saca los zapatos de tus pies, porque el lugar donde tú estás es tierra santa.
34 Miré, miré la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y oí su gemido, y descendí para librarlo. Y ahora ven, te enviaré a Egipto.
35 A este Moisés a quien rechazaron, diciendo: ¿Quién te hizo gobernante y juez? al mismo envió Dios a ser gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza.
36 Los sacó, haciendo maravillas y milagros en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto, cuarenta años.
37 Este es Moisés, que dijo a los hijos de Israel: Profeta les levantará El Señor su Dios de entre sus hermanos, como a mí; a Él oirán.
38 Este es el que estaba en la ekklésia en el desierto con el ángel que le habló en el monte Sinaí, y con nuestros padres: el que recibió los logion vivientes para dárnoslos:
39 A quien nuestros padres no quisieron obedecer, sino que lo rechazaron, y en sus corazones se volvieron otra vez a Egipto,
40 Diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le pasó.
41 Y en esos días hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificios al ídolo, y se alegraron en las obras de sus manos.
42 Entonces Dios se volvió, y los entregó a la adoración del stratia del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: Casa de Israel, ¿me ofrecieron víctimas y sacrificios cuarenta años en el desierto?
43 Sí, tomaron el tabernáculo de moloch, y la estrella de su dios remphan,

figuras que hicieron para adorarlos:

Los llevaré más allá de babilonia.
44 Nuestros padres tuvieron el tabernáculo del testimonio en el desierto, como lo ordenó, hablando a Moisés, haciéndolo según el modelo que vio.
45 El cual también nuestros padres recibieron, trayendo con Josué en la posesión de los gentiles, a quienes Dios sacó delante de nuestros padres, hasta los días de David;
46 Quien encontró gracia ante Dios, y deseó encontrar un tabernáculo para el Dios de Jacob.
47 Pero Salomón le construyó una casa.
48 Aunque el Hupsistos no habita en templos hechos por manos; como dice el profeta,
49 El cielo, mi trono, y la tierra el estrado de mis pies:

¿Qué casa me edificarán ustedes? Dice el Señor: O ¿cuál es el lugar de mi reposo?
50 ¿No hizo mi mano todas estas cosas?
51 ¡Tercos e incircuncisos de corazón y de oídos! ustedes siempre resisten al Santo Espíritu: como sus padres, así ustedes.
52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus padres? y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo; de los cuales ahora ustedes se hicieron traidores y asesinos:
53 Quienes recibieron la ley por disposición de ángeles, y no la guardaron.

54 Cuando oyeron estas cosas, se les diaprió el corazón, y crujieron los dientes contra él.
55 Pero estando él, lleno del Santo Espíritu, miró fijamente al cielo, y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios,
56 Y dijo: Acá, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a la dexios de Dios.
57 Entonces gritaron con gran voz, y tapándose los oídos, corrieron a una sobre él,
58 Y echándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven, llamado Saulo.
59 Y apedrearon a Esteban; llamaba y decía: Señor Iésous, recibe mi Pneuma.
60 Y se arrodilló, y clamó a gran voz: Señor, no les cargues este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.

 

8

Saulo persigue a la iglesia

1 Y Saulo estaba de acuerdo con su muerte. Y en aquel tiempo hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y Samaria, salvo los apóstoles.
2 Y hombres devotos llevaron a Esteban, e hicieron gran lamentación por él.
3 Pero Saulo, asolaba la iglesia, entrando en cada casa y arrastrando a hombres y mujeres los entregaba a la cárcel.

Predicación del evangelio en Samaria

4 Por tanto, los dispersos fueron por todas partes predicando la palabra.
5 Entonces Felipe descendió a la ciudad de Samaria, y les predicó a Cristo.
6 Y el pueblo unánime prestaba atención a lo que Felipe decía, oyendo y viendo los milagros que hacía.
7 Porque espíritus inmundos, gritaban a gran voz, saliendo de muchos poseídos; y muchos paralíticos y cojos fueron sanados.
8 Y hubo gran alegría en esa ciudad.
9 Pero un hombre llamado Simón, que antes en la misma ciudad mageuó y asombraba a pueblo de Samaria, diciendo que él mismo era algún grande:
10 A quien todos prestaban atención, desde el menor al mayor, diciendo: Este hombre es el gran poder de Dios.
11 Y a él prestaban atención, porque desde hacía mucho tiempo existémi con mageia.
12 Pero cuando creyeron a Felipe que euaggelizó lo concerniente al reino de Dios, y al nombre de Jesús Cristo, se baptizó, tanto hombres como mujeres.
13 Entonces el mismo Simón creyó también; y bautizado, estaba continuamente con Felipe, y se existémi viendo los milagros y las señales que se hacían.
14 Y cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria recibió la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan:
15 Quienes, al descender, oraron por ellos para que recibieran al Santo Espíritu:
16 (Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; Y sólo fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús).
17 Entonces impusieron las manos en ellos, y recibieron al Santo Espíritu.
18 Y viendo Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba El Santo Espíritu, les ofreció dinero,
19 Diciendo: Denme también exousia, para que al que imponga las manos, reciba el Santo Espíritu.
20 Pero Pedro le dijo: Tu dinero sea para muerte junto contigo, porque pensaste que el don de Dios se compra con dinero.
21 Tú no tienes parte ni suerte en este logos; porque tu corazón no es recto a los ojos de Dios.
22 Arrepiéntete, entonces, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si tal vez el pensamiento de tu corazón te sea perdonado.
23 Porque veo que estás en hiel de amargura y en sundesmos de adikia.
24 Entonces respondió Simón, y dijo: Rueguen por mí al Señor, para que nada de esto que hablaron venga sobre mí.
25 Y ellos, ciertamente, habiendo testificado y predicado la palabra del Señor, volvieron a Jerusalén, y predicaron el evangelio en muchas aldeas de los samaritanos.

Felipe y el etíope

26 Y el ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza, que es desierto.
27 Y se levantó y fue; y acá un hombre de Etiopía, eunouchos potentado bajo Kandaké reina de los etíopes, que tenía a su cargo todo su tesoro, y este vino a Jerusalén para adorar,
28 Como estaba volviendo, y sentado en su carro leía al profeta Isaías.
29 Entonces el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y únete a este carro.
30 Y Felipe corrió, y lo oyó leer al profeta Isaías, y dijo: ¿Estás entendiendo lo que leés?
31 Y él dijo: ¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? Y pidió a Felipe que suba y se siente con él.
32 Y el lugar de la Escritura que leía era éste: Llevado como oveja al matadero;

y como cordero mudo ante su trasquilador, así no abrió su boca:
33 En su humillación su juicio se levantó; ¿y quién declarará su generación? porque su vida se sacó de la tierra.
34 Y el eunuco respondió a Felipe, y dijo: Te ruego, ¿de quién habla esto el profeta? ¿de sí mismo, o de algún otro hombre?
35 Entonces Felipe abrió la boca, y comenzando por la misma escritura, le euaggelizó a Jesús.
36 Y mientras iban de camino, llegaron a cierta agua; y el eunuco dijo: Mira, agua! ¿qué impide bautizarme?
37 Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, es posible. Y respondiendo él, dijo: Yo creo, Jesús Cristo es El Hijo de Dios.
38 Y ordenó que el carro se detenga; y ambos descendieron al agua, tanto Felipe como el eunuco; y lo bautizó.
39 Y cuando salió del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, de modo que el eunuco no lo vio más; y siguió chairó su camino.
40 Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, predicó en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

5

 

9

Conversión de Saulo

1 Y Saulo, respirando todavía amenazas y homicidios contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote,
2 y pidió de él cartas para Damasco, para las sinagogas, para que si encontraba a alguno de este camino, fuera hombre o mujer, lo trajese atado a Jerusalén.
3 Y yendo de camino, se acercó a Damasco; y de repente brilló a su alrededor una luz del cielo:
4 Y cayó a la tierra, y oyó una voz diciéndole: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y El Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; duro te es patear contra el aguijón.
6 Y él, temblando y asombrado, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y El Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
7 Y los hombres que viajaban con él se quedaron mudos, oyendo una voz, pero sin ver a nadie.
8 Y Saulo se levantó de la tierra; y abiertos sus ojos, no vio a nadie; pero lo llevaron de la mano y lo condujeron a Damasco.
9 Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.
10 Y había en Damasco un discípulo llamado Ananías; y a él, dijo el Señor en visión: Ananías. Y él dijo: Acá yo, Señor.
11 Y el Señor le dijo: Levántate y ve a la calle llamada Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque acá, ora,
12 Y vio en una visión a un hombre llamado Ananías, entrando y poniéndole la mano, para recuperar la vista.
13 Entonces Ananías respondió: Señor, oí de muchos acerca de este hombre, cuánto mal hizo a tus santos en Jerusalén:
14 Y acá tiene autoridad de los principales sacerdotes para atar a todos los que invoquen tu nombre.
15 Pero el Señor le dijo: Vete, porque él me es un vaso elegido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes e hijos de Israel:
16 Porque yo le mostraré todo lo que debe sufrir por causa de mi nombre.
17 Y Ananías se fue, y entró en la casa; y poniendo las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor, Jesús, que se te apareció en el camino cuando venías, me envió para que recibieras la vista y seas lleno del Santo Espíritu.
18 E inmediatamente cayeron de sus ojos como escamas; y recibió la vista inmediatamente, y se levantó y baptizó.
19 Y recibido el alimento, se fortaleció. Entonces estuvo Saulo algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.

Saulo predica en Damasco

20 Y enseguida predicó a Cristo en las sinagogas, que Él, es El Hijo de Dios.
21 Pero todos los que oían se asombraban, y decían: ¿No es éste el que destruía a los que invocaban este nombre en Jerusalén, y vino acá para eso, para llevarnos presos a los principales sacerdotes?
22 Pero Saulo se esforzaba más, y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando que Éste era Cristo.

Saulo escapa de los judíos

23 Y cuando se cumplieron muchos días, los judíos acordaron matarlo:
24 Pero Saulo conocía sus asechanzas. Y aún vigilaban las puertas día y noche para matarlo.
25 Entonces los discípulos lo tomaron de noche, y lo bajaron soltándolo junto al muro en un canasto.

Saulo en Jerusalén

26 Y llegando Saulo a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que sea discípulo.
27 Pero Bernabé lo tomó y lo llevó a los apóstoles, y les declaró cómo vio al Señor en el camino, y cómo le habló, y cómo habló valientemente en Damasco en el nombre de Jesús.
28 Y estaba con ellos entrando y saliendo en Jerusalén.
29 Y hablaba valientemente en el nombre del Señor Jesús, y predicaba disputando contra los griegos; pero ellos iban a matarlo.
30 Y sabiéndolo los hermanos, le hicieron descender a Cesarea, y le enviaron a Tarso.
31 Y ciertamente las iglesias reposaron por toda Judea, Galilea y Samaria, siendo edificadas; y andando en el temor del Señor, y en el aliento del Santo Espíritu, se multiplicaban.

Un paralítico es curado

32 Y sucedió que pasando Pedro por todos, descendió también a los santos que vivían en Lida.
33 Y encontró allí a cierto hombre llamado Eneas, que yacía en cama desde hacía ocho años, y estaba paralítico.
34 Y Pedro le dijo: Eneas, Jesús Cristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y se levantó inmediatamente.
35 Y todos los que vivían en Lida y en Saron lo vieron, y se convirtieron al Señor.

Dorcas es resucitada

36 Y había en Jope una discípula llamada Tabitha , que por interpretación se llama Dorcas: era mujer llena de buenas obras y de limosnas que hacía.
37 Y sucedió en esos días, que ella enfermó, y murió: y lavándola, la dejaron en la habitación superior.
38 Y Lida estaba cerca de Jope, y los discípulos oyeron que Pedro estaba allí, y le enviaron dos hombres, rogándole: no tardes en venir a nosotros.
39 Entonces Pedro se levantó y los acompañó. Cuando llegó, lo llevaron a la habitación superior; y todas las viudas estaban junto a él llorando, y le mostraban las túnicas y vestidos que Dorcas hizo, estando con ellas.
40 Pero Pedro, sacándolos a todos, se arrodilló y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos; y viendo a Pedro, se sentó.
41 Y dándole la mano, la levantó, y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
42 Y se conoció por toda Jope; y muchos creyeron en el Señor.
43 Y sucedió que permaneció muchos días en Jope con un tal Simón, curtidor.

10

Pedro y Cornelio

1 Y había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la speira llamada italiana,
2 Devoto y phobeo de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo y siempre oraba a Dios.
3 Vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, a un ángel de Dios viniendo a él, y diciéndole: Cornelio.
4 Y al verlo, tuvo miedo, y dijo: ¿Qué es, Señor? Y él le dijo: Tus oraciones y tus limosnas subieron para memoria delante de Dios.
5 Y ahora envía hombres a Jope, y llama a un tal Simón, cuyo sobrenombre es Pedro:
6 Él se hospeda con un tal Simón, curtidor, cuya casa está junto al mar; él te dirá lo que debes hacer.

7 Y cuando el ángel que habló a Cornelio se fue, llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado que lo servía continuamente;
8 Y declarándoles todo, los envió a Jope.
9 Y al día siguiente, yendo ellos de camino y acercándose a la ciudad, Pedro subió a la terraza de la casa a orar cerca de la hora sexta:
10 Y tuvo mucha hambre, y quería comer; pero mientras ellos preparaban, cayó en ekstasis,
11 Y vio el cielo abierto, y cierta vasija descendiendo hacia él, como una gran sábana atada por las cuatro esquinas, y bajada a la tierra:
12 Donde estaban todos los cuadrúpedos de la tierra, y bestias salvajes, y reptiles, y aves del cielo.
13 Y vino una voz a él: Levántate, Pedro; mata y come.
14 Pero Pedro dijo: No, Señor, porque nunca comí nada común ni inmundo.
15 Y por segunda vez, la voz hacia él otra vez: Lo que Dios limpió, tú no lo llames común.
16 Y esto se hizo tres veces; Y la vasija fue recibida de nuevo al cielo.
17 Ahora bien, mientras Pedro dudaba en sí mismo de lo que significaría la visión que vio, acá que los hombres que apostelló Cornelio preguntaron por la casa de Simón, y se pararon a la puerta,
18 y llamando, preguntaron si Simón, de sobrenombre Pedro, se hospedaba ahí.
19 Mientras Pedro pensaba en la visión, El Espíritu le dijo: Acá, tres hombres te buscan.
20 Levántate, entonces, y desciende, y ve con ellos, sin dudar, porque Yo los envié.
21 Entonces Pedro descendió a los hombres enviados a él de parte de Cornelio, y dijo: Acá, yo soy aquel a quien buscan; ¿cuál es la causa por la que vinieron?
22 Y ellos respondieron: Cornelio el centurión, hombre justo y temeroso de Dios, y de buena fama entre toda la nación de los judíos, fue avisado por un santo ángel para llamarte a su casa, y oír palabra de ti.
23 Entonces él los llamó y hospedó. Y al día siguiente Pedro se fue con ellos, y algunos hermanos de Jope lo acompañaron.
24 Y al día siguiente entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, convocados sus parientes y amigos íntimos.
25 Y cuando Pedro entraba, Cornelio salió a su encuentro postrándose a sus pies, adoró.
26 Pero Pedro lo levantó, diciendo: Levántate; yo también soy hombre.
27 Y hablando con él, entró, y encontró a muchos reunidos.
28 Y les dijo: Ustedes saben cuán athemitos es que un judío se junte o acerque a uno de otra nación; Pero Dios me mostró que no debo llamar a ningún hombre común o inmundo.
29 Y por eso al hacerme venir, vine sin contradicción, pregunto entonces, ¿para qué logos me invitaron?
30 Y Cornelio dijo: Hace cuatro días estaba ayunando hasta esta hora; y a la hora novena oré en mi casa, y acá que un hombre se presentó delante mío en ropas resplandecientes,
31 Y dijo: Cornelio, tu oración es oída, y tus limosnas recordadas delante de Dios.
32 Por tanto, envía a Jope, y llama a Simón, cuyo sobrenombre es Pedro; él se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, junto al mar; Quien al venir te hablará.
33 E Inmediatamente, envié por ti; y tú hiciste bien en venir. Y ahora estamos todos acá, delante de Dios, para oír todo lo que Dios te ordenó.
34 Entonces Pedro abrió la boca y dijo: En verdad comprendo que Dios no tiene parcialidad:
35 Pero en toda nación el que le teme, y obra justicia, es acepto a Él.
36 La palabra que envió a los hijos de Israel, euaggelizó eiréné por Jesús Cristo: Él, es Señor de todos.
37 La palabra, ustedes saben, fue por toda Judea, y comenzó desde Galilea, después del bautismo que Juan predicó;

38 Cómo Dios ungió con el Santo Espíritu y poder a Jesús de Nazaret, quien anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios era con Él.
39 Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo, tanto en la tierra de los judíos como en Jerusalén; a quien mataron y colgaron en un xulon:
40 a Quien Dios resucitó al tercer día y Lo presentó, siendo manifiesto;
41 No a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros mismos, que comimos y bebimos con Él después de resucitar de los muertos.
42 Y nos encargó predicar al pueblo, y testificar que a Él Dios ordenó Juzgar a vivos y a muertos.
43 De Él testifican todos los profetas, que por su nombre todos los que creen en Él, recibirán afesis de pecados.
44 Todavía hablaba Pedro estas palabras, y El Santo Espíritu cayó sobre todos los que oían la palabra.
45 Y todos los creyentes de la circuncisión que vinieron con Pedro, se asombraron porque también sobre los gentiles se derramó el regalo del Santo Espíritu.
46 Porque los oían hablar en lenguas, y magnificar a Dios. Entonces Pedro respondió,
47 ¿Será que alguno podrá impedir el agua para que éstos no se bauticen, quienes recibieron el Santo Espíritu tanto como nosotros?
48 Y les ordenó bautizarse en el nombre del Señor. Entonces le rogaron que se quedará algunos días.

11

Informe de Pedro a la iglesia de Jerusalén

1 Y los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles recibieron la palabra de Dios.
2 Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de la circuncisión diakrinó con él,
3 diciendo: viniste con hombres incircuncisos, y comiste con ellos.
4 Pero Pedro les declaró desde el principio el asunto por orden, diciendo:
5 Yo estaba en la ciudad de Joppe orando; y en éxtasis vi una visión, Una cierta vasija descendía, como una gran sábana, bajada del cielo por cuatro esquinas; y vino hacia mí:
6 Sobre la cual, fijando mis ojos, percibí claramente, y vi bestias cuadrúpedas de la tierra, y bestias salvajes, y reptiles, y aves del cielo.
7 Y oí una voz diciéndome: Levántate, Pedro; mata y come.
8 Pero yo dije: Así no, Señor; porque nada común ni inmundo entró jamás en mi boca.
9 Pero la voz me respondió otra vez desde el cielo: Lo que Dios limpió, tú no llames común.
10 Y esto se hizo tres veces: y todos fue tomado de nuevo al cielo.
11 Y acá, inmediatamente llegaron tres hombres a la casa en donde estaba, enviados a mí desde Cesarea.
12 Y el espíritu me ordenó que fuera con ellos, sin dudar. Y además, estos seis hermanos me acompañaron, y entramos en la casa del hombre:
13 Y nos contó cómo vio a un ángel en su casa, en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y llama a Simón, de sobrenombre Pedro;
14 Quien te dirá palabras, por las que tú y toda tu casa será salvada.
15 Y yo comencé a hablar, El Santo Espíritu cayó sobre ellos, como sobre nosotros al principio.
16 Entonces recordé la palabra del Señor, dijo: Juan ciertamente bautizó con agua; pero ustedes serán bautizados con El Santo Espíritu.
17 Si entonces Dios les concedió el mismo don como a nosotros, que creímos en el Señor Jesús Cristo, ¿qué era yo, capaz de resistir a Dios?
18 Cuando oyeron estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que ciertamente Dios concedió a los gentiles el arrepentimiento para vida.

La iglesia en Antioquía

19 Ahora bien, los dispersos ciertamente por la persecución que se levantó a causa de Esteban, viajaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra a nadie sino sólo a los judíos.
20 Y algunos de ellos eran hombres de Chipre y de Cirene, quienes, llegando a Antioquía, hablaron a los griegos, predicando al Señor Jesús.
21 Y la mano del Señor estaba con ellos; y un gran número creyó y se convirtió al Señor.
22 Entonces como su logos se oyó a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, enviaron a Bernabé para ir hasta Antioquía.
23 Quien, al llegar, y ver la gracia de Dios, se alegró, y los exhortó a todos a que con propósito de corazón permanezcan con El Señor.
24 Porque era un hombre bueno, y lleno del Santo Espíritu y fe; y gran multitud se añadió al Señor.
25 Entonces partió Bernabé a Tarso, para buscar a Saulo:
26 Y encontrándolo, lo llevó a Antioquía. Y sucedió que todo un año se reunieron con la iglesia, y enseñaban a mucha gente. Y los discípulos se llamaron Christianos primero en Antioquía.
27 Y en estos días vinieron profetas de Jerusalén a Antioquía.

28 Y se levantó uno de ellos, llamado Agabo, e indicó por El Espíritu que habría gran escasez de alimentos en todo el mundo; y esto sucedió en los días de Claudio César.
29 Entonces los discípulos, cada uno según su capacidad, decidieron enviar diakonía a los hermanos que vivían en Judea:
30 lo cual también hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y Saulo.

12

Jacobo, muerto | Pedro, encarcelado

1 Y por aquel tiempo el rey Herodes lanzó sus manos para dañar a algunos de la iglesia.
2 Y mató a espada a Iakóbos el hermano de Juan.
3 Y viendo que esto les gustaba a los judíos, prendió también a Pedro. (Y eran días azumos)
4 Y este, apresándolo, lo puso en la cárcel, y le entregó a cuatro cuaterniones de soldados para que lo custodiaran; con la intención de sacarlo al pueblo después de Pascua.
5 Pedro, entonces, fue retenido en la cárcel; pero la iglesia sin cesar hacía oración a Dios por él.

El Ángel Libera a Pedro

6 Y cuando Herodes quiso sacarlo, aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas; y guardias delante de la puerta custodiaban la cárcel.
7 Y acá que el ángel del Señor vino, y una luz resplandeció en la cárcel; y golpeo a Pedro en el costado, lo despertó, diciendo: Levántate con rapidez. Y sus cadenas cayeron de las manos.
8 Y el ángel le dijo: Cíñete y átate las sandalias. Y así lo hizo. Y le dijo: Echa tu manto sobre ti, y sígueme.
9 Y salió, siguiéndolo; y no sabía que era verdad lo que hacía por el ángel, sino que pensaba que veía una visión.
10 Pero pasadas la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió automatos; y salidos, pasaron una calle, y al instante el ángel se apartó de él.
11 Y Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora sé con certeza que El Señor envió su ángel y me libró de la mano de Herodes y de toda la expectativa del pueblo de los judíos.
12 Y considerando, llegó a casa de María, madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
13 Y Pedro golpeó la puerta de la entrada, y una joven llamada Rhodé vino a escucharlo.
14 Y al conocer la voz de Pedro, de alegría no abrió la puerta, sino que corrió a decir que Pedro estaba delante de la puerta.
15 Y le dijeron: Estás loca. Pero ella afirmaba insistentemente que así era. Entonces dijeron: Es su ángel.
16 Pero Pedro seguía golpeando: y al abrir y verlo, se asombraron.
17 Pero él, haciéndoles señal de silencio con la mano, les declaró cómo el Señor lo sacó de la cárcel. Y dijo: Anuncia estas cosas a Jacobo y a los hermanos. Y partió, yendo a otro lugar.
18 En cuanto se hizo de día, hubo no poco alboroto entre los soldados, que fue de Pedro entonces.
19 Y como Herodes lo buscó, y no lo encontró, examinó a los guardas, y ordenó llevarlos. Y descendió de Judea a Cesarea, y permaneció allí.

Muerte de Herodes

20 Y Herodes estaba muy disgustado con los de Tiro y Sidón; pero ellos vinieron de común acuerdo a él y, convencieron a Blasto, el camarero del rey, pidiéndole paz, porque su país era abastecido por el rey.
21 Y un día determinado, Herodes, vestido con ropas reales, se sentó sobre el trono y les dirigió un discurso.
22 Y el pueblo grito: Voz de un dios, y no de un hombre.
23 E inmediatamente el ángel del Señor lo hirió, porque él no dio la gloria a Dios; y fue devorado por los gusanos, y ekpsuchó.
24 Pero la palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
25 Y Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén, cumplido su diakonía, y tomaron consigo a Juan, de sobrenombre Marcos.

13

Bernabé y Pablo comienzan su primer viaje misionero

1 Y había en la iglesia que estaba en Antioquía algunos profetas y maestros, como Bernabé, y Simeón llamado Níger, y Lucio de Cirene, y Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.
2 Y ellos servían al Señor y ayunaban, El Santo Espíritu dijo: ahora sepárenme también a Bernabé y a Saulo para la obra que los llamé.
3 Entonces cuando ayunaron y oraron, y les impusieron las manos, los despidieron.

Bernabé y Pablo predican en Chipre

4 Así que ellos, enviados por el Santo Espíritu, partieron hacia Seleucia; y de allí navegaron a Chipre.
5 Y estando en Salamina, predicaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan por ministro.
6 Y habiendo atravesado la isla hasta Pafos, encontraron a cierto magos, pseudoprofeta judío, cuyo nombre: barjesús
7 que estaba con el procónsul, Sergio Paulo, hombre prudente; el cual llamó a Bernabé y a Saulo, deseando oír la palabra de Dios.
8 Pero elimas el hechicero (porque así se interpreta su nombre) se les opuso, tratando de apartar al procónsul de la fe.
9 Entonces Saulo, (que también es Pablo) lleno del Santo Espíritu, puso sus ojos en él,
10 Y dijo: Oh, lleno de todo dolos y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no dejarás de pervertir los caminos rectos del Señor?
11 Y ahora, acá, la mano del Señor en contra tuyo, y serás ciego, y no verás el sol por un tiempo. E inmediatamente cayó sobre él oscuridad y tinieblas; y buscaba alrededor quien lo guiara de la mano.
12 Entonces el procónsul, viendo lo sucedido, creyó, asombrado de la doctrina del Señor.

Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia

13 Así, Pablo y compañía salieron de Pafos, llegaron a Perge en Panfilia; y Juan, partiendo de ellos, volvió a Jerusalén.
14 Pero saliendo ellos de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entraron en la sinagoga en el día sábado, y se sentaron.
15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga les enviaron a decir: Hombres y hermanos, si hay en ustedes alguna palabra de exhortación para el pueblo, díganla.
16 Entonces Pablo se levantó, y haciendo señas con la mano dijo: Hombres de Israel, y temerosos de Dios, escuchen.
17 El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres, y exaltó al pueblo cuando vivía como extranjero en la tierra de Egipto, y con brazo en alto lo sacó de ella.
18 Y como tiempo de cuarenta años sufrió sus costumbres en el desierto.
19 Y destruyendo siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió su tierra por suerte.

20 Y después de esto dio jueces como por cuatrocientos cincuenta años, hasta el profeta Samuel.
21 Y después desearon rey; y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años.
22 Y sacado éste, les levantó por rey a David, de quien también testificó, diciendo: Encontré a David, el de Isaí, varón según mi corazón, quien cumplirá toda mi voluntad.
23 De la simiente de este, Dios según su promesa, levantó a Israel un Salvador, Jesús:
24 Juan primero predicó antes de su venida el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
25 Y cuando Juan cumplió su carrera, dijo: ¿Quién creen que soy yo? Yo no soy. Pero, acá, viene uno después de mí, cuyo calzado de sus pies no soy digno de desatar.
26 Hombres, hermanos, hijos nacidos de Abraham, y en ustedes, temerosos de Dios, a ustedes se envía la palabra de su salvación.
27 Porque los que viven en Jerusalén, y sus gobernantes, no lo conocieron, ni la voz de los profetas que se leé según cada sábado, cumplida al condenarlo.
28 Y aunque no encontraron causa de muerte, pidieron a Pilato que lo mate.
29 Y cuando se cumplió todo lo que estaba escrito de Él, lo bajaron del xulon y lo pusieron en un sepulcro.
30 Pero Dios lo resucitó de los muertos:
31 Y apareció muchos días a los que subieron con Él de Galilea a Jerusalén, que son sus testigos para el pueblo.
32 Y nosotros les euaggelizó las promesas hechas a los padres,
33 Porque Dios cumplió la misma a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús; como también está escrito en el segundo salmo: Tú eres Mi Hijo, hoy Yo te engendré.
34 Y en cuanto a que lo resucitó de entre los muertos, para no volver más a la corrupción, dijo así:

Les daré las misericordias confiables de David.
35 Por lo cual dice también en otro salmo:

No permitirás que tu Santo vea corrupción.
36 Porque David, después de servir a su propia generación por la voluntad de Dios, durmió y puesto junto a sus padres, y vio corrupción:
37 Pero al que Dios resucitó, no vio corrupción.
38 por lo tanto sea bien sabido a ustedes, hombres, hermanos, que por medio de este se les anuncia el perdón de los pecados:
39 Y por Él, todos los creyentes son justificados de todo lo que por la ley de Moisés no pudieron ser justificados.
40 Estén atentos entonces, que no venga sobre ustedes lo dicho en los profetas:

41 Miren despreciadores, y asómbrense, y desaparezcan; Porque yo hago una obra en sus días, obra que no van a creer, aunque alguien se las anuncie. Is 43.18
42 Y cuando los judíos salieron de la sinagoga, los gentiles rogaron que se les predique estas palabras el próximo sábado.
43 Y cuando la congregación se disolvió, muchos de los judíos y de los prosélitos devotos siguieron a Pablo y a Bernabé; quienes hablándoles, los peithó de que permanezcan en la gracia de Dios.
44 Y el sábado siguiente se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.
45 Pero los judíos viendo las multitudes, se llenaron de zelos, y hablaban contra lo dicho por Pablo, contradiciendo y blasfemando.
46 Entonces Pablo y Bernabé hablando con valentía, dijeron: Era necesario que la palabra de Dios primero se les hablara a ustedes; pero viendo que ustedes la desechan, y se juzgan indignos de la vida eterna, miren, nos volvemos a los gentiles.
47 Porque así nos lo ordenó el Señor: Te puse para luz de los gentiles, tú serás para salvación hasta los confines de la tierra.
48 Y cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y glorificaron la palabra del Señor; y todos los que estaban ordenados para vida eterna creyeron.
49 Y la palabra del Señor se difundió por toda la región.
50 Pero los judíos incitaron a las mujeres devotas y honorables, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus limites.
51 Pero ellos se sacudieron el polvo de sus pies contra ellos, y llegaron a Iconio.
52 Y los discípulos se llenaron de gozo y del Santo Espíritu.

14

Pablo y Bernabé en Iconio

1 Y sucedió en Iconio, que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera, que creyó gran multitud, tanto de los judíos como de los griegos.
2 Pero los judíos incrédulos incitaron a los gentiles, y kakoó psuché contra los hermanos.
3 Así entonces, mucho tiempo permanecieron hablando con valentía en el Señor, quien testificaba la palabra de su gracia, y permitía que se hicieran señales y maravillas por sus manos.
4 Pero la multitud de la ciudad estaba dividida: y parte estaba con los judíos, y parte con los apostolos.
5 Y cuando se abalanzaron tanto los gentiles como de los judíos con sus gobernantes, para injuriarlos y apedrearlos,
6 Entendidos, escaparon a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a las regiones vecinas:
7 Y ahí estaban euaggelizó.

Pablo es apedreado en Listra

8 Y estaba sentado en Listra cierto hombre, imposibilitado de los pies, lisiado desde el vientre de su madre, quien nunca caminó:
9 Este oyó hablar a Pablo, quien mirándolo fijamente, y viendo que tenía fe para ser sanado,
10 Dijo a gran voz: Levántate sobre tus pies. Y saltó y caminó.
11 Y viendo el pueblo lo que Pablo hizo, alzaron la voz, diciendo en el lenguaje de Licaonia: los dioses descendieron a nosotros en semejanza de hombres.
12 Y llamaron a Bernabé, zeus; y a Pablo, hermés, porque era el principal orador.
13 Entonces el sacerdote de zeus, estando delante de su ciudad, trajo bueyes y guirnaldas a las puertas, y queriendo sacrificar con el pueblo.
14 Pero los apóstoles, Bernabé y Pablo, al oírlo, rasgaron sus vestiduras y entraron corriendo en medio del pueblo, gritando,

15 Y diciendo: Señores, ¿por qué hacen estas cosas? Nosotros también somos hombres de pasiones similares a las suyas, y les anunciamos que se conviertan de estas vanidades al Dios viviente, que hizo el cielo, y la tierra, y el mar, y todas las cosas que están en ellos:
16 Quien en tiempos pasados soportó que todas las naciones anduvieran en sus propios caminos.
17 Y aún así no dejó de dar testimonio de sí mismo, haciendo el bien y dándonos lluvia del cielo y estaciones fructíferas, llenando nuestros corazones de alimento y alegría.
18 Y con estas palabras apenas contuvieron al pueblo, de que no les sacrifiquen.
19 Y vinieron judíos de Antioquía y de Iconio, que convencieron al pueblo, y apedreando a Pablo, lo sacaron de la ciudad, pensando que él estaba muerto.
20 Pero rodeándolo los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente partió con Bernabé para Derbe.

21 Y euaggelizó en la ciudad, y haciendo muchos discípulos, volvieron otra vez a Listra, a Iconio y a Antioquía,
22 Confirmando las almas de los discípulos, y exhortándoles a que perseveren en la fe, y que debemos entrar en el reino de Dios a través de muchas thlipsis.
23 Y nombrando ancianos en cada iglesia, y orando con ayunos, los encomendaron al Señor, en quien creyeron.

El regreso a Antioquía de Siria

24 Y pasando por Pisidia, llegaron a Panfilia.
25 Y predicando la palabra en Perga, descendieron a Attalia:
26 Y después navegaron a Antioquía, estando entregados a la gracia de Dios por la obra que cumplían.
27 Y llegando, y reunida la iglesia, contaron todo lo que Dios hizo con ellos, y cómo abrió la puerta de la fe a los ethnos.
28 Y allí permanecieron no por poco tiempo con los discípulos.

15

El concilio en Jerusalén : El fin de la ley

1 Y algunos venidos de Judea enseñaban a los hermanos: Si no se circuncidan a la manera de Moisés, no pueden ser salvados.
2 Por lo cual Pablo y Bernabé tuvieron no poca disensión y disputa con ellos, determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos, subieran a Jerusalén a los apóstoles y ancianos por esta cuestión.
3 Y ciertamente enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, declarando la conversión de los gentiles; y causaron gran alegría a todos los hermanos.
4 Y llegando a Jerusalén, recibidos por la iglesia y los apóstoles y ancianos, así declararon todas las cosas que Dios hizo con ellos.
5 Pero se levantaron algunos de la hairesis de los fariseos que creyeron, diciendo: Que era necesario circuncidarlos, y mandarles guardar la ley de Moisés.
6 Y los apóstoles y los ancianos se reunieron considerando acerca de este asunto.
7 Y habiendo mucha disputa, Pedro se levantó diciéndoles: Varones hermanos, ustedes saben desde tiempo antiguo, Dios eligió entre nosotros que los gentiles, por mi boca, oyeran la palabra del evangelio y crean.
8 Y Dios, kardiognóstés, les dio testimonio, dándoles el Santo Espíritu, como hizo con nosotros;
9 Y no hizo diferencia entre nosotros y ellos, limpiando sus corazones por la fe.
10 Entonces ahora, ¿por qué prueban a Dios, poniendo yugo sobre el cuello de los discípulos, que ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar?
11 Pero creemos que por la gracia del Señor Jesús Cristo sozo cada uno, como ellos.
12 Entonces toda la multitud hizo silencio, y dando audiencia a Bernabé y a Pablo, declararon qué milagros y maravillas hizo Dios entre los gentiles por medio de ellos.
13 Y callando ellos, respondió Santiago, diciendo: Varones hermanos, escúchenme:
14 Simón declaró cómo Dios al principio visitó a los gentiles, para tomar de ellos un pueblo para su nombre.
15 Y a esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
16 Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo caído de David;

y reedificaré las ruinas de él, y lo levantaré:
17 Para que el resto de los hombres ciertamente busque al Señor,

y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor,

que hace todas estas cosas.
18 Conocidas son a Dios todas sus obras desde siempre.
19 Por tanto, mi krino: no hagan problemas a los gentiles convertidos a Dios:
20 Y escríbanles que se abstengan de contaminaciones de los ídolos, y fornicación, y pniktos, y sangre.
21 Porque Moisés desde tiempo antiguo tiene en cada ciudad al que lo predica, leído en las sinagogas según cada sábado.
22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, enviar hombres elegidos de su propia compañía a Antioquía con Pablo y Bernabé; Judas de sobrenombre Barsabás, y Silas, varones principales entre los hermanos;
23 Y escribieron cartas por ellos de esta manera: Los apóstoles, ancianos y los hermanos, a los hermanos que son de los gentiles en Antioquía y Siria y Cilicia, chairó:
24 Desde que oímos que algunos que salieron de nosotros los perturbaron con palabras, trastornando sus almas, diciendo: circuncídense y guarden la ley; Lo que no mandamos.
25 Nos pareció bien, reunidos unánimes, enviarles hombres elegidos con nuestros amados Bernabé y Pablo,
26 Hombres que arriesgaron sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesús Cristo.
27 Por lo tanto, enviamos a Judas y a Silas, quienes también dirán lo mismo por palabra.
28 Porque pareció bien al Santo Espíritu y a nosotros, no imponer sobre ustedes mayor carga que estas cosas necesarias;
29 Que se abstengan de lo ofrecido a los ídolos, y sangre, y estrangulado y fornicación; de lo cual guardándose, harán bien, Saludos.
30 Así ciertamente, los enviados, vinieron a Antioquía; y reuniendo a la multitud, le entregaron la epístola:
31 Y leyéndola, se alegraron por el consuelo.
32 Y Judas y Silas, siendo ellos mismos también profetas, exhortaron a los hermanos con muchas palabras, y los confirmaron.
33 Y siendo tiempo, fueron en paz de los hermanos a los apóstoles.
34 Aunque a Silas le pareció bien quedarse allí todavía.
35 También Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando y predicando la palabra del Señor, con muchos otros también.

 

Pablo se separa de Bernabé, y comienza su segundo viaje

36 Y algunos días después Pablo dijo a Bernabé: Ahora vamos otra vez a visitar a nuestros hermanos en cada ciudad en donde predicamos la palabra del Señor, como están.
37 Y Bernabé determinó llevar consigo a Juan, de sobrenombre Marcos.
38 Pero a Pablo no le pareció bien llevarlo con ellos, se alejó de ellos desde Panfilia, y no los acompañó a la obra.
39 Y fue tal la contienda, que se separaron el uno del otro; y así Bernabé tomó a Marcos, y navegó a Chipre;
40 Y Pablo eligió a Silas, y partió, entregado por los hermanos a la gracia de Dios.
41 Y atravesó Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.

16

Timoteo acompaña a Pablo y a Silas

1 Entonces llegó a Derbe y a Listra; y acá, había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego:
2 Quien tenía buen testimonio entre los hermanos en Listra e Iconio.
3 Pablo quiso que éste venga con él; y tomándolo, lo circuncidó a causa de los judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.
4 Y mientras iban por las ciudades, les entregaban los decretos para guardar, ordenados por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén.
5 Y así fueron establecidas las iglesias en la fe, y aumentaban en número cada día.

La visión del varón macedonio

6 Y pasando Frigia y la región de Galacia, se les prohibió por el Santo Espíritu predicar la palabra en Asia,
7 Llegando a Misia, intentaron ir a Bitinia; pero El Espíritu no se lo permitió.
8 Y pasando junto a Misia, bajaron a Troas.
9 Y una visión apareció a Pablo en la noche: Estaba en pie un hombre de Macedonia, y le rogaba, diciendo: Pasa a Macedonia, ayúdanos.
10 Y después de ver la visión, inmediatamente procuramos ir a Macedonia, convencidos que El Señor nos llamó para predicarles el evangelio.

Encarcelados en Filipos

11 Entonces, navegamos desde Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y al siguiente a Neápolis;
12 Y de allí a Filipos, que es la principal ciudad de la provincia de Macedonia, una colonia; y estuvimos en aquella ciudad pasando algunos días.
13 También el día sábado salimos de la ciudad por la ribera de un río, donde se acostumbraba hacer oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se reunían.
14 Y una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, escuchó; cuyo corazón El Señor abrió, para prosechó a la predica de Pablo.
15 Y cuando se bautizó, y su familia, rogó diciendo: Si juzgaron que soy fiel Al Señor, vengan a mi casa y quédense allí. Y ella nos obligó.

16 Y sucedió, yendo nosotros a la oración, una joven poseída de un espíritu pythón nos alcanzó, la cual traía a sus amos mucha ganancia por la adivinación:
17 Ella seguía a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo: Estos hombres son siervos del Altísimo Dios, y nos declaran el camino de la salvación.
18 E hizo esto muchos días. Pero Pablo, molesto, volvió y dijo al espíritu: Te ordeno en el nombre de Jesús Cristo que salgas de ella. Y salió en la misma hora.
19 Y viendo sus amos que la esperanza de sus ganancias se fueron, atraparon a Pablo y a Silas, y los llevaron a la plaza a los gobernantes,
20 y los llevaron a los magistrados, diciendo: Estos hombres, siendo judíos, perturban en gran manera nuestra ciudad,
21 Y enseñan costumbres, que no nos es lícito recibir, ni observar, siendo romanos.
22 Y la multitud se levantó contra ellos; y los magistrados les rasgaron las vestiduras, y ordenaron golpearlos con varas.
23 Y dándoles muchos azotes, los echaron en la cárcel, encargaron al carcelero guardarlos con seguridad:
24 El cual, recibiendo tal encargo, los metió en la cárcel interior, y sujetó sus pies en el cepo.
25 Y a medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
26 Y de repente hubo un gran terremoto, de tal manera que temblaron los cimientos de la cárcel; e inmediatamente se abrieron todas las puertas, y las ataduras de cada uno se soltaron.
27 Y el carcelero, despertando de su sueño, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada, y quiso suicidarse, suponiendo que los presos escaparon.
28 Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo: ¡No te hagas mal! ¡porque todos estamos acá!
29 Entonces pidió fuego, corrió y entró temblando, y se postró delante de Pablo y de Silas,
30 y los sacó fuera, y dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvado?
31 Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesús Cristo, y serás salvo tú y tu casa.
32 Y hablaron a él la palabra del Señor, y a todos los que estaban en su casa.
33 Y tomándolos en la misma hora a la noche, lavó por las heridas y se bautizó, él y todos los suyos, inmediatamente.
34 Y llevándolos a su casa, puso delante de ellos comida, y se alegró enormemente, creyendo en Dios con toda su casa.
35 Y al hacerse de día, los magistrados enviaron a los alguaciles, diciendo: Liberen a esos hombres.
36 Y el carcelero anunció esta palabra a Pablo: Los magistrados enviaron a soltarte; entonces ahora, retírate y ve en paz.
37 Pero Pablo dijo a ellos, Nos golpearon abiertamente sin condena, siendo romanos, y nos echaron en la cárcel; ¿y ahora nos echan en privado? no, ciertamente; antes, vengan ellos mismos y sáquennos.
38 Y los alguaciles dijeron estas palabras a los magistrados; y temieron, al oír que eran romanos.

39 Y vinieron rogando, y los sacaron, pidiéndoles que salgan de la ciudad.
40 Y saliendo de la cárcel, entraron de Lidia; y viendo a los hermanos, los confortaron, y se fueron.

17

Disturbio en Tesalónica

1 Y pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos:
2 Y Pablo, según su costumbre, entró con ellos, y tres sábados disputó con ellos de las Escrituras,
3 Exponiendo y alegando que Cristo debía necesariamente sufrir y resucitar de entre los muertos; Y que este Jesús, a quien yo les predico, es Cristo.
4 Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y Silas; Y de los griegos devotos una gran multitud, y de las principales mujeres no pocas.
5 Pero los judíos incrédulos, movidos por zelos, tomaron consigo a hombres malvados, lo vulgar, y reunieron una compañía, y alborotaron la ciudad, y asaltaron la casa de Jasón, y procuraban sacarlos al pueblo.
6 Y al no encontrarlos, llevaron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernantes de la ciudad, gritando: Estos que trastornaron la tierra vinieron también acá;
7 a quienes Jasón recibió; y todos éstos hacen lo contrario a los decretos del césar, diciendo: existe otro rey, Jesús.

8 Y al oír estas cosas, alborotaron al pueblo y a los gobernantes de la ciudad.

9 Y tomando suficiente a Jasón y al otro, los soltaron.

Pablo y Silas en Berea

10 Y los hermanos inmediatamente enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea; los cuales, llegando, entraron en la sinagoga de los judíos.
11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, quienes recibieron la palabra con toda predisposición, examinando cada día las Escrituras, si estas cosas eran así.
12 Por tanto, ciertamente muchos de ellos creyeron; también mujeres griegas honorables, y de los hombres, no pocos.
13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que la palabra de Dios era predicada por Pablo en Berea, fueron también ahí a alborotar al pueblo.
14 Y entonces inmediatamente los hermanos despidieron a Pablo para que fuera como al mar; Pero Silas y Timoteo se quedaron allí.
15 Y encaminado Pablo lo llevaron a Atenas; y recibieron orden para Silas y Timoteo de ir a él con toda rapidez, salieron.

Pablo en Atenas

16 Pero Pablo esperándolos en Atenas, su espíritu se enardecía en él, al ver la ciudad entregada totalmente a la idolatría.
17 De modo que discutía en la sinagoga con los judíos y con los devotos, y en los mercados todos los días con los que se presentaban.
18 Entonces algunos filósofos de los epicureos, y de los estoicos, se encontraron con el. Y unos decían: ¿Qué dirá este charlatán? Y otros: Parece ser proclamador de daimonion extraños; porque les euaggelizó a Jesús y la resurrección.
19 Y tomándolo, lo llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos conocer qué es esta nueva doctrina, la que tú hablas?
20 Porque traes algo extraño a nuestros oídos; por tanto, queremos saber qué significan estas cosas.
21 (Porque todos los atenienses y forasteros que estaban allí no gastaban su tiempo en otra cosa, sino en contar u oír algo nuevo).
22 Entonces Pablo, de pie en medio del monte de marte, dijo: Varones atenienses, veo que en todo son muy supersticiosos.
23 Porque al pasar y contemplar sus sebasma, encontré un altar con una inscripción: “agnóstos Theos” Por tanto, a quien adoran ignorantemente, a Él yo les declaro.
24 Dios, hizo el kosmos y todo lo que hay en él, El es Señor del cielo y la tierra, no vive en templos hechos por manos humanas;
25 Ni es therapeuó con manos de hombres, como necesitando algo, Él da vida, y aliento, según cada uno.
26 E hizo de una sangre todas las naciones de los hombres para habitar sobre toda la faz de la tierra, y determinó los tiempos antes señalados, y los límites de su habitación;
27 Para que busquen Al Señor, por si acaso lo palpan, y lo encuentran, aunque no está lejos de cada uno de nosotros:
28 Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de sus propios poetas dijeron: Porque también somos su genos.
29 Por lo tanto, somos la descendencia de Dios, no debemos pensar que la Divinidad es parecida al oro, o plata, o piedra, esculpida por el artificio y la imaginación del hombre.
30 Y ciertamente los tiempos de ignorancia Dios los pasó por alto; Ahora manda a todos los hombres en todas partes que se arrepientan:
31 Porque fijó un día, en el cual juzgará al mundo en justicia por El Hombre a quien ordenó; dando fe a todos, resucitándolo de entre los muertos.
32 Y oyendo de la resurrección de los muertos, unos ciertamente se burlaban, y otros decían: Te oiremos otra vez acerca de esto.
33 Así entonces, Pablo se apartó de entre ellos.
34 Además, algunos hombres se unieron a él y creyeron; entre los cuales Dionisio el Areopagita, y una mujer llamada Damaris, y otros con ellos.

18

Pablo en Corinto

1 Y después de estas cosas, Pablo partió de Atenas y llegó a Corinto;
2 Y encontró a un judío llamado Aquila, nacido en Ponto, recién llegado de Italia, con su mujer Priscila; (claudio ordenó a todos los judíos salir de Roma:) y fue a ellos.
3 Y siendo del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaba; porque estaban en el negocio de hacer tiendas.

4 Y discutía en la sinagoga cada sábado, y peithó a los judíos y a los griegos.
5 Y también cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo presionado en el espíritu, testificó a los judíos: Jesús es El Cristo.
6 Y oponiéndose ellos y blasfemando, sacudió sus vestidos y dijo a ellos: Su sangre caiga sobre sus cabezas; Yo estoy limpio; desde ahora iré a los gentiles.
7 Y saliendo de allí, entró en casa de uno llamado Justo, adorador de Dios, cuya casa estaba junto a la sinagoga.
8 Y Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creyeron y fueron bautizados.
9 Entonces habló el Señor a Pablo en la noche por visión: No tengas miedo, sino habla, y no te calles:
10 Porque yo estoy contigo, y nadie te hará daño, porque Yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

11 Y permaneció un año y seis meses, enseñando la palabra de Dios entre ellos.
12 Y siendo Galión diputado de Acaya, los judíos se amotinaron unánimes contra Pablo, y lo llevaron al tribunal,
13 diciendo: Este persuade a los hombres a adorar a Dios contra la ley.
14 Y Pablo a punto de abrir la boca, Galión dijo a los judíos: Si ciertamente se tratara de una injusticia o de un crimen doloroso, oh judíos, logos, soportando a cualquiera de ustedes.
15 Pero si es cuestión de palabras y nombres, y sobre su ley, véanlo ustedes; porque yo no seré juez de esto.
16 Y los sacó del tribunal.
17 Entonces todos los griegos tomaron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon ante el tribunal. Y a Galio nada le importó de esto.
18 Y Pablo permaneció ahí mucho tiempo, se despidió de los hermanos, y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila; se rapó la cabeza en Cencrea, porque tenía un voto.
19 Pero llegando a Éfeso, el los dejó ahí; y entró en la sinagoga, y discutía con los judíos.
20 Cuando le pidieron que se quedara más tiempo con ellos, no consintió;
21 Pero se despidió de ellos, diciendo: Yo debo, absolutamente, celebrar esta fiesta que viene en Jerusalem; pero volveré otra vez a ustedes, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso.

Pablo regresa a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero

22 Y descendió a Cesarea, subió y saludó a la iglesia, descendió a Antioquía.
23 Y permaneció ahí algún tiempo, partió, y recorrió por orden la tierra de Galacia y de Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.

Apolos predica en Efeso

24 Y un judío llamado Apolos, nacido en Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras, vino a Éfeso.
25 Este hombre fue instruido en el camino del Señor; y siendo ferviente en el espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente lo tocante al Señor, conociendo solamente el bautismo de Juan.

26 Y comenzó a hablar valientemente en la sinagoga; y oyéndolo Aquila y Priscila, lo llevaron y le declararon más detalladamente el camino de Dios.
27 Y se dispuso pasar a Acaya, los hermanos escribieron, exhortando a los discípulos a que lo recibieran; Quien, al llegar, ayudó mucho a los que creyeron por gracia:
28 Porque convenció poderosamente a los judíos, públicamente, demostrando por las Escrituras: Jesús es el Cristo.

 
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Pablo en Éfeso

1 Y sucedió que, estando Apolos en Corinto, Pablo, atravesando las costas superiores, llegó a Éfeso; y encontró a algunos discípulos,
2 Les dijo: ¿Ustedes al creer, recibieron Al Santo Espíritu? Y ellos le dijeron: Ni siquiera oímos si existe El Santo Espíritu.

3 Y él les dijo: ¿Entonces, en quién fueron bautizados? Y ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
4 Entonces Pablo dijo: Juan ciertamente bautizó metanoia, diciendo al pueblo que creyeran en El que vendría después de él, es decir, en Cristo Jesús.
5 Cuando oyeron, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús.
6 Y Pablo, al imponerles las manos, El Santo Espíritu vino sobre ellos; y hablaban en lenguas y profetizaban.
7 Y todos los hombres eran como doce.
8 Y entró en la sinagoga, y habló valientemente por tres meses, disputando y convenciendo de lo tocante al reino de Dios.
9 Pero como algunos se endurecían y no creían, hablaban mal del camino delante de la multitud; apartándose de ellos, separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de un tal Tiranno.
10 Y esto continuó por dos años, de modo que todos los que vivían en Asia oyeron la palabra del Señor Jesús, tanto judíos como griegos.
11 Y Dios hacía milagros absolutamente extraordinarios por las manos de Pablo:
12 De manera que de su cuerpo traían a los enfermos pañuelos o delantales, y las enfermedades salían de ellos, y los malos espíritus salían de ellos.
13 Pero algunos de los judíos, exorcistas vagabundos, intentaron sobre los que tenían espíritus malignos, nombrar El nombre del Señor Jesús, diciendo: Los conjuramos por Jesús, a quien Pablo predica.

14 Y eran siete, hijos de Esceva, judío y jefe de los sacerdotes, que hacían esto.
15 Y el espíritu malo respondió diciendo: A Jesús conozco, y a Pablo conozco; pero ustedes, ¿quiénes son?
16 Y el hombre en quien estaba el espíritu maligno saltó sobre ellos, y los dominó, y prevaleció contra ellos, de manera que escaparon de aquella casa desnudos y heridos.
17 Y esto fue conocido de todos los judíos y griegos habitantes también de Éfeso; y el temor cayó sobre todos ellos, y El nombre del Señor Jesús fue magnificado.

18 Y muchos de los que habían creído vinieron, confesaron y manifestaron sus obras.
19 Muchos de los que usaban períergos reunieron también sus libros, y los quemaron delante de todos; y contaron el precio de ellos, y encontraron cincuenta mil piezas de plata.
20 Así crecía con poder la palabra de Dios y prevalecía.
21 Y después de estas cosas, Pablo se propuso en el espíritu, pasando por Macedonia y Acaya, ir a Jerusalén, diciendo: Después de estar allí, yo debo también ver a Roma.
22 Entonces envió a Macedonia a dos ministros suyos, Timoteo y Erasto; Él se quedó en Asia un tiempo.

El alboroto en Éfeso

23 Y al mismo tiempo se produjo un revuelo no pequeño acerca del camino.
24 Porque cierto hombre llamado Demetrio, platero, hacía templecitos en plata de artEmis, daba no poca ganancia a los artesanos;
25 a quienes reunió con los obreros de la misma clase, dijo: Señores, saben que por este oficio tenemos nuestras ganancias.
26 Además, ven y oyen que no sólo en Éfeso, sino casi en toda Asia, este Pablo convenció y desvió a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos:
27 Así que no sólo esta, nuestra parte, esta en peligro de ser desechada, sino también que el templo de la gran diosa artEmis se considere como nada , y su magnificencia sea destruida, a quien toda Asia y la tierra adora.
28 Y oyendo estas palabras, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: grande es artEmis de los efesios.
29 Y toda la ciudad se llenó de confusión; y atrapando a Gayo y a Aristarco, de Macedonia, compañeros de viaje de Pablo, se precipitaron a una en el teatro.
30 Y cuando Pablo quiso ir al pueblo, los discípulos no se lo permitieron.
31 Y algunos de los principales de Asia, que eran sus amigos, mandaron a él rogándole que no se presente en el teatro.
32 Unos, entonces, gritaban una cosa y otros otra; porque la asamblea estaba confusa, y la mayoría no sabía para qué se reunieron.
33 Y sacaron a Alejandro de entre la multitud, empujándolo los judíos. Y Alejandro hizo señas con la mano, y quiso defenderse ante el pueblo.
34 Pero al saber que era judío, todos a una levantaron la voz como por dos horas, gritaban: grande artEmis de los Efesios:
35 Y el escriba apaciguando al pueblo, dijo: Varones efesios, y ¿ quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los Éfeso es adoradora de la gran diosa artEmis, y venida de Júpiter?

36 Entonces siendo así, indiscutible, ustedes deben estar tranquilos, y no hacer nada precipitadamente.
37 Porque trajeron a estos hombres: ni ladrones del templo, ni blasfemos de su diosa.
38 Por tanto, si Demetrio ciertamente y los artesanos con él, tienen cuestión contra alguno, hay audiencias y hay diputados: acúsense unos a otros.
39 Pero si demandan algo respecto a otros asuntos, se decidirá en legítima asamblea.
40 Porque estamos en peligro de ser cuestionados por el alboroto de este día, sin haber causa alguna por la cual podamos dar cuenta de esta concurrencia.
41 Y diciendo esto, despidió a la asamblea.

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Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia

1 Y cesado el alboroto, Pablo llamó a los discípulos, y abrazándolos, partió yendo a Macedonia.
2 Y atravesando esas partes, y dándoles muchas exhortaciones, llegó a Grecia,
3 y permaneció allí tres meses. Como los judíos lo estaban acechando cuando estaba a punto de embarcarse para Siria, se propuso regresar por Macedonia.
4 Y lo acompañaron a Asia Sópater de Berea; y de los tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
5 Estos, yendo antes, nos esperaron en Troas.
6 Y nosotros zarpamos de Filipos después de los días de los panes sin levadura, y llegamos con ellos a Troas en cinco días; donde permanecimos siete días.

Visita de despedida de Pablo en Troas

7 Y el primero de la semana, los discípulos se reunieron para partir el pan, Pablo les predicó, dispuesto a partir al día siguiente; y continuó su discurso hasta la medianoche.
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos; 9 Y estaba sentado en una ventana un joven llamado Eutico, que cayó en profundo sueño; cuando Pablo extendió la predicación, se hundió de sueño, y cayó del tercer piso, y fue levantado muerto.
10 Y Pablo bajó, cayó sobre él, y abrazándolo, dijo: No se turben, porque su psuché está en él.
11 Y subiendo, partió el pan y comió, y habló largamente hasta el alba, después se fue.
12 Y trajeron vivo al joven, y no poco se consolaron.

Viaje de Troas a Mileto

13 Y nosotros, adelantándonos a embarcar, navegamos hasta Assos, allí con intención de recibir a Pablo, porque así lo dispuso, queriendo él ir a pie.
14 Y cuando se encontró con nosotros en Assos, lo tomamos, y llegamos a Mitilene.
15 Y navegamos de allí, al siguiente llegamos frente a Quíos; y al siguiente arribamos a Samos, y permanecimos en Trogilio; y al siguiente fuimos a Mileto.
16 Porque Pablo había determinado navegar por Éfeso, porque no quería detenerse en Asia: porque se apresuraba, si le era posible, estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

Discurso de despedida de Pablo en Mileto

17 Y desde Mileto envió a Éfeso, y convocó a los ancianos de la iglesia.
18 Y cuando vinieron a él, les dijo: Ustedes saben, desde el primer día que vine a Asia, cómo fuí con ustedes en todo tiempo,
19 Sirviendo al Señor con toda humildad de ánimo, y con muchas lágrimas y tentaciones, que me sobrevinieron por las asechanzas de los judíos:
20 Y cómo no me reservé nada provechoso para ustedes, se los declaré y les enseñé públicamente y de casa en casa,
21 Testificando tanto a judíos como a griegos el arrepentimiento para con Dios y la fe hacia nuestro Señor Jesús Cristo.
22 Y ahora, acá, yo voy atado en el espíritu a Jerusalén, sin saber lo que me sucederá allí:
23 Salvo que el Santo Espíritu testifica en cada ciudad, diciendo que me esperan prisiones y aflicciones.
24 Pero ninguna palabra conmueve, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo, para completar mi carrera con alegría, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, testificando el evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora, acá, yo sé que todos ustedes, entre quienes fui predicando el reino de Dios, no verán más mi rostro.
26 Por lo cual, hoy los cito como testigos, que yo, limpio de la sangre de todos.
27 Porque no retrocedí al declararles todo el consejo de Dios.
28 Velen entonces, por ustedes mismos y por todo el rebaño, sobre el cual El Santo Espíritu los hizo supervisores, para apacentar la iglesia de Dios que compró con su propia sangre.
29 Porque yo sé esto, que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos feroces, que no perdonarán al rebaño.
30 También de ustedes mismos se levantarán hombres, hablando perversidades, arrastrando discípulos detrás de suyo.
31 Velen entonces, y recuerden que por espacio de tres años no paré de noutheteó noche y día a cada uno con lágrimas.
32 Y ahora, hermanos, los encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es capaz de edificarlos y darles herencia entre todos los santificados.

33 De ninguno codicié plata, ni oro, ni vestido.
34 Sí, ustedes saben que estas manos ministraron mis necesidades y a los que estaban conmigo.
35 En todo les mostré cómo, trabajando así, deben sostener a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, cómo Él dijo: Más bendito es dar que recibir.
36 Y diciendo esto, se arrodilló y oró con todos ellos.
37 Y sucedió que todos lloraban mucho y echándose al cuello de Pablo, lo besaban,
38 Dolidos principalmente por las palabras que habló, que no verían más su rostro. Y le acompañaron hasta la nave.

21

Pablo viaja a Jerusalén

1 Y sucedió que nos separamos de ellos, navegando, fuimos con rumbo recto a Cos, y al siguiente a Rodas, y de allí a Patara:
2 Y encontrando una nave que navegaba hacia Fenicia, abordamos y partimos.
3 Y avistando Chipre, y dejándola a la izquierda, navegamos a Siria, y bajamos en Tiro, porque allí la nave iba a descargar su carga.
4 Y encontrando discípulos, nos quedamos allí siete días: los cuales dijeron a Pablo por el Espíritu: No subas a Jerusalén.
5 Y cuando nosotros cumplimos esos días, partimos y seguimos nuestro camino; y todos nos acompañaron en nuestro camino, con mujeres e hijos, hasta que salimos de la ciudad; y puestos de rodillas en la orilla, oramos.
6 Y saludándonos los unos a los otros, fuimos a la nave; y ellos volvieron otra vez a su casa.
7 Y terminando viaje desde Tiro, llegamos a Tolemaida, y saludamos a los hermanos, y estuvimos con ellos un día.
8 Y al siguiente, Pablo y compañía, partimos y llegamos a Cesarea; y entramos en casa de Felipe el evangelista, que era de los siete, permanecimos con él.
9 Y éste tenía cuatro hijas, vírgenes, que profetizaban.
10 Y nosotros permanecimos muchos días, vino de Judea un profeta llamado Agabo.
11 Y cuando vino a nosotros, tomó el cinto de Pablo, y atándose las manos y los pies, dijo: Así dice el Santo Espíritu: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quién es este cinto, y lo entregarán en manos de gentiles.
12 Y cuando oímos estas cosas, tanto nosotros como los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.
13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacen llorando y rompiendo mi corazón? porque yo estoy listo no sólo para ser atado, sino también para morir en Jerusalén por El nombre del Señor Jesús.
14 Y no convencido él, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
15 Y después de aquellos días, preparamos para el viaje y subimos a Jerusalén.
16 Y también fueron con nosotros discípulos de Cesarea, trajeron consigo a un Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedamos.

Pablo es arrestado en el templo

17 Y llegados a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría.
18 Y al siguiente Pablo entró con nosotros de Santiago; y todos los ancianos estaban presentes.
19 Y saludándolos, les declaró en particular, según lo que Dios obró entre los gentiles por su ministerio.
20 Y al oírlo, glorificaron al Señor, y le dijeron: Ya ves hermano, cuántos millares de judíos creyentes hay; y todos son celosos de la ley:
21 E informados de ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostasia Moisés, diciendo que no circunciden a sus hijos, ni anden en las costumbres.
22 ¿Qué será entonces? absolutamente, la multitud debe juntarse, porque oirán que tú viniste.
23 Entonces, haz esto que te decimos: Nosotros tenemos cuatro hombres que tienen voto sobre ellos;
24 Tómalos, purifícate con ellos, y carga con ellos, para que se afeiten la cabeza; y todos sepan que eso que les informaron acerca de ti no es nada, sino que tú también caminas rectamente y guardas la ley.
25 Más, respecto a los gentiles creyentes, nosotros escribimos, concluimos que ellos no observan tal cosa, salvo guardarse de lo eidólothutos, y de sangre, y de lo estrangulado, y de la fornicación.
26 Entonces Pablo tomó a los hombres, al día siguiente se purificó con ellos y entró en el templo, anunciando el cumplimiento de los días de purificación, hasta que ofreciera ofrenda por cada uno de ellos.
27 Y cuando los siete días estaban por cumplirse, los judíos de Asia, viéndolo en el templo, alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano,
28 Gritando, Hombres de Israel, ayuda: Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, y la ley, y este lugar; y además metió griegos en el templo, y contaminó este lugar santo.
29 (Porque antes vieron con él en la ciudad a Trófimo, efesio, a quien suponían que Pablo introdujo en el templo).
30 Y toda la ciudad se conmovió, y el pueblo corrió a una; y tomando a Pablo, lo arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.
31 Y cuando iban a matarlo, llegó noticia al capitán de la banda, que toda Jerusalén estaba alborotada.
32 Quien inmediatamente tomó soldados y centuriones, y corrió hacia ellos; y viendo ellos al capitán y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces se acercó el capitán, lo tomó y mandó que lo ataran con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho.
34 Y entre la multitud unos gritaban algo, otros otra; y no pudiendo saber la certeza del alboroto, mandó a llevarlo a la fortaleza.
35 Y cuando llegó a la escalera, sucedió que fue cargado por los soldados a causa de la violencia del pueblo.
36 Porque la multitud del pueblo le seguía, gritando: ¡Tírenlo!

Defensa de Pablo ante el pueblo

37 Y cuando Pablo era llevado a la fortaleza, dijo al capitán: ¿podré yo hablar con usted? Quien dijo: ¿Sabes griego?
38 ¿No eres tú ése egipcio, que antes de estos días alborotó, y dirigió al desierto a cuatro mil varones sikarios?
39 Pero Pablo dijo: Yo soy un hombre, ciertamente judío de Tarso, de Cilicia, ciudadano de una ciudad no desconocida; Te ruego que me permitas hablar al pueblo.
40 Y cuando se lo permitió, Pablo, de pie en las escaleras, hizo seña con la mano al pueblo. Y haciéndose gran silencio, habló en la lengua hebrea, diciendo,

22

1 Varones hermanos y padres, escuchen ahora mi defensa hacia ustedes.
2 (Y al oír que les hablaba en la lengua hebrea, guardaron más silencio; y dijo:)
3 Verdaderamente yo soy un hombre judío, nacido en Tarso, de Cilicia, pero criado en esta ciudad a los pies de Gamaliel, y enseñado según la manera perfecta de la ley de los padres, siendo celoso de Dios, como lo son todos ustedes hoy.
4 Y perseguí este camino hasta la muerte, atando y entregando en prisiones tanto a hombres como a mujeres.
5 Como también el sumo sacerdote me da testimonio, y todos los ancianos: de quienes también recibí cartas para los hermanos; fui a Damasco, para traer a Jerusalén a los que allí estaban atados, para castigo.

Pablo relata su arrepentimiento

6 Y sucedió que, yo viajaba y acercándome a Damasco como al mediodía, de repente brilló del cielo una gran luz alrededor mio.
7 Y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
8 Y yo respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tu persigues.
9 Y los que estaban conmigo de hecho vieron la luz, y tuvieron miedo; pero no oyeron la voz que me hablaba.
10 Y dije: ¿Qué haré Señor? Y El Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco; y allí se te dirá acerca de todo lo que se te ordenó hacer.
11 Y como no podía ver por la gloria de esa luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.
12 Y un tal Ananías, varón piadoso según la ley, de buen testimonio entre todos los judíos residentes,
13 Vino a mí, y puesto en pie, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y en la misma hora yo lo miré.
14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te eligió, para conocer su voluntad, y ver al Dikaios, y oír la voz de su boca.
15 Porque serás su testigo ante todos los hombres de lo que viste y oíste.
16 Y ahora, ¿por qué estás así? levántate y bautízate, y lava tus pecados, llamando Al nombre del Señor.

 

Pablo es enviado a los gentiles

17 Y sucedió que, volviendo yo a Jerusalén, mientras oraba en el templo, estaba en éxtasis;
18 Y lo vi diciéndome: Apresúrate y vete rápido de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.
19 Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelé y golpeé en cada sinagoga a los que creyeron en ti:
20 Y cuando se derramaba la sangre de tu mártir Esteban, yo también estaba presente y consentí su muerte, y guardaba las ropas de los que lo mataron.
21 Y me dijo: Vete, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles.

Pablo a punto de ser azotado

22 Y ellos lo escucharon hasta esta palabra, y levantaron sus voces diciendo: ¡Saquen a este de la tierra porque no conviene que viva!
23 Y ellos gritaban, y se arrancaban la ropa, y arrojaban polvo al aire,
24 El capitán mandó traerlo a la fortaleza, él ordenó examinarlo con azotes, para saber por que causa gritaban en su contra.
25 Y mientras lo ataban con sogas, Pablo dijo al centurión que estaba allí: ¿te es lícito azotar a un hombre romano y sin condena?
26 Y oyéndolo el centurión, fue a decirlo al capitán, dijo: Cuidado con lo que haces, porque este hombre es romano.
27 Vino entonces el capitán y le dijo: Dime sí tu eres romano, Y él dijo: Sí.
28 Y el capitán respondió: Con una gran suma obtuve yo esta libertad. Y Pablo dijo: Pero yo de nacimiento
29 Entonces inmediatamente se apartaron de él los que debían examinarlo; y también el capitán también tuvo miedo, al conocer que era romano, y porque lo había atado.

Pablo ante el concilio

30 Y al día siguiente, queriendo conocer con certeza por qué era acusado por los judíos, lo soltó de sus ataduras, y mandó presentarse a los sumos sacerdotes y a todo su concilio, e hicieron descender a Pablo y lo presentaron ante ellos.

23

1 Y Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo vivo en toda buena conciencia delante de Dios hasta este día.
2 Y el sumo sacerdote Ananías mandó a los que estaban junto a él, a golpearlo en la boca.
3 Entonces Pablo le dijo: Dios te golpeará a ti, pared blanqueada, porque te sientas a juzgarme según la ley, y contra la ley mandas a golpearme?
4 Y los que estaban allí dijeron: ¿Injurias al sumo sacerdote de Dios?
5 Entonces dijo Pablo: Hermanos, no sabía que era el sumo sacerdote, porque está escrito: No hablarás mal del jefe de tu pueblo.
6 Pero Pablo, conociendo que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por la esperanza y resurrección de los muertos yo soy cuestionado.
7 Y diciendo él esto, se levantó una disensión en los fariseos y los saduceos; y la multitud se dividió.
8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritu; pero los fariseos afirman ambas.
9 Y se levantó un gran griterío; y los escribas, parte de los fariseos se levantaron contendiendo ferozmente, diciendo: No encontramos mal en este hombre; pero si un espíritu o un ángel le habló, ¡No luchemos contra Dios!
10 Y levantándose gran disensión, el capitán, temiendo que Pablo fuese partido en pedazos por ellos, mandó a los soldados que bajaran y lo tomaran por la fuerza de en medio de ellos, y lo metieran en la fortaleza.
11 Y la noche siguiente, El Señor se paró junto a él, y le dijo: Ten ánimo Pablo; porque como testificaste de mí en Jerusalén, así también debes testificar en Roma.

El plan para matar a Pablo

12 Y siendo de día, algunos de los judíos hicieron así mismo anathematizó, diciendo que no comerían ni beberían hasta matar a Pablo.
13 Y eran más de cuarenta los que hicieron esta sunómosia.
14 Y vinieron a los sumos sacerdotes y ancianos, y dijeron: Nos comprometimos bajo maldición a no comer ni beber hasta matar a Pablo.
15 Ahora entonces, ustedes con el concilio, informen al capitán que lo baje a ustedes mañana, como queriendo averiguar más exactamente acerca de él; Y nosotros, antes que él se acerque, estaremos listos para matarlo.
16 Y el hijo de la hermana de Pablo, cuando escuchó el acecho, fue y entró a la fortaleza, apaggelló a Pablo.
17 Entonces Pablo llamó a uno de los centuriones, y le dijo: Lleva a este joven al capitán, porque tiene algo que decirle.
18 Y así él, lo tomó, lo llevó al capitán, y le dijo: el prisionero Pablo, me llamó y me pidió traerte a este joven, tiene algo que decirte.
19 Entonces el capitán, tomándolo de la mano, salió en privado, y le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?
20 Y él dijo: Los judíos acordaron pedirte que mañana bajes a Pablo al concilio, como si quisieran indagar algo acerca de él en detalle.
21 Pero usted no ceda a ellos, porque lo acechan más de cuarenta hombres, que se comprometieron a sí mismos bajo maldición a no comer ni beber hasta que lo maten; y ahora están listos, esperando promesa de usted.
22 Entonces el capitán dejó ir al joven, y le encargó: No digas a nadie que me informaste a mí estas cosas.


Pablo es enviado a Félix el gobernador

23 Y llamó dos centuriones, diciendo: Preparen doscientos soldados para ir a Cesarea, setenta jinetes y doscientos lanceros, a la tercera hora de la noche;
24 Y denles bestias para que monten a Pablo y lo lleven sano al gobernador Félix.
25 Y escribió carta de esta manera:
26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix, chairó.
27 Este hombre fue tomado de los judíos, y estaba a punto de ser muerto por ellos: me presente con la armada a rescatarlo, entendiendo que era romano.
28 Y queriendo saber la causa por la que lo acusaban, lo llevé a su concilio;
29 A quien vi acusado de cuestiones de su ley, pero sin tener ninguna acusación digna de muerte o cadenas.
30 Y cuando me contaron cómo los judíos acechaban al hombre, envié inmediatamente a ti, y ordené también a sus acusadores que dijeran ante ti qué tienen contra él. Pásalo bien.
31 Y entonces los soldados, como se les ordenó, tomaron a Pablo llevándolo por la noche a Antípatris.
32 Al día siguiente dejaron ir a los jinetes con él, y volvieron a la fortaleza:
33 Quienes, llegados a Cesarea, y entregada la carta al gobernador, le presentaron también a Pablo.
34 Y cuando el gobernador la leyó, le preguntó de qué provincia era. Y comprendió que de Cilicia;
35 Te oiré, dijo, cuando vengan también tus acusadores. Y mandó a custodiarlo en el pretorio de Herodes.

24

Defensa de Pablo ante Félix

1 Y después de cinco días, descendió el sumo sacerdote Ananías con los ancianos, y cierto orador llamado Tértulo, quien informó al gobernador contra Pablo.
2 Y llamado éste, Tértulo comenzó a acusar, diciendo: Por ti encontramos gran paz, y obras muy dignas se hicieron en esta nación por tu providencia
3 Siempre acepto, y en todo lugar, el más excelente Félix, con todo agradecimiento.
4 Sin embargo, para no serte más molesto, te ruego que nos escuches en tu clemencia unas pocas palabras.
5 Porque encontramos a este hombre, pestilente, y promotor de sedición entre todos los judíos del mundo, y líder de la secta de los nazarenos:
6 Quien también intentó profanar el templo: a quien atrapamos, y quisimos juzgar según nuestra ley.
7 Pero el capitán Lisias vino con gran violencia, lo sacó de nuestras manos,
8 ordenando a sus acusadores venir a ti, para que tú mismo, anakrinó, conozcas de todas estas cosas de que nosotros lo acusamos.
9 Y los judíos también asintieron, diciendo que estas cosas eran así.
10 El gobernador le hizo señas para que hablara, entonces Pablo respondió: Sabiendo que usted por muchos años fue juez de esta nación, con buen ánimo respondo por mí mismo:
11 Usted podrá conocer que yo estaba hace no más de doce días, desde que subí a Jerusalén a adorar.
12 Y no me encontraron en el templo disputando con nadie, ni levantando tumulto en el pueblo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad:
13 Ni pueden probar acerca de esto que ahora me acusan.
14 Pero esto le confieso, que según el camino que ellos llaman herejía, así adoro al Dios de mis padres, creyendo en todo lo escrito en la ley y en los profetas:
15 Teniendo esperanza en Dios, la cual ellos mismos también admiten, de que habrá resurrección de los muertos, tanto de justos como de injustos.
16 Y en esto me ejercito, teniendo siempre conciencia libre de ofensa hacia Dios y los hombres.
17 Ahora bien, después de muchos años, vine a traer limosnas y ofrendas a mi nación.
18 En esto también, algunos judíos de Asia me encontraron purificado en el templo, ni con muchedumbre, ni con tumulto.
19 Que deberían estar aquí ante ti, y acusar, si tuvieran algo contra mí.
20 O que digan estos mismos lo que encontraron mal en mí, mientras yo estaba ante el concilio,
21 Salvo que sea por esta sola voz, que grité estando entre ellos, que acerca de la resurrección de los muertos soy cuestionado por usted en este día.
22 Y Félix, al oír estas cosas, sabiendo bien del camino, los aplazó, y dijo: Cuando descienda Lisias, el capitán, conoceré a fondo acerca de ustedes.
23 Y mandó a un centurión a custodiar a Pablo y que tenga libertad, y no prohibirle a ninguno de los suyos ministrar o venir a él.
24 Y después de algunos días, vino Félix con su mujer Drusila, que era judía, hizo llamar a Pablo, y lo oyó acerca de la fe en Cristo.
25 Y como él razonaba acerca de la justicia, la egkrateia y el juicio eimi, Félix se aterró, y respondió: Vete por ahora; cuando tenga oportunidad, te llamaré.
26 Y esperaba también que Pablo le de dinero para soltarlo, por esta causa lo llamaba continuamente y hablaba con él.
27 Pero cumplidos dos años Porcio Festo llegó a la sala de Félix; y Félix, queriendo mostrar charis a los judíos, dejó preso a Pablo.

25

Pablo apela a César

1 Entonces, cuando Festo vino a la provincia, después de tres días subió de Cesarea a Jerusalén.
2 Entonces el sumo sacerdote y los principales de los judíos le informaron contra Pablo, y le rogaron,
3 y deseaban favor contra él, para que lo llamara a Jerusalén, poniendo emboscada en el camino para matarlo.
4 Pero, ciertamente Festo respondió que Pablo debía ser guardado en Cesarea, y que él mismo partiría de inmediato.
5 Entonces dijo, entre los de ustedes, quienes puedan, desciendan conmigo y acusen a este hombre, si es que hay mal en él.
6 Y permaneciendo entre ellos más de diez días, descendió a Cesarea; al día siguiente, sentándose en el tribunal, mandó traer a Pablo.
7 Y cuando él llegó, los judíos que descendieron de Jerusalén lo rodearon, y presentaron muchas y graves acusaciones contra Pablo, que no podían probar.
8 Respondió él: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César pequé en nada.
9 Pero Festo, queriendo agradar a los judíos, respondió a Pablo, y dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allí ser juzgado de estas cosas delante mío?
10 Entonces dijo Pablo: Estoy ante el tribunal del César, donde yo debo ser juzgado; a los judíos no injurié, como también tú muy bien conoces.
11 Porque si soy injusto, o cometí algo digno de muerte, no rehúso morir; pero si no hay nada de esto de lo que me acusan, nadie puede entregarme a ellos. Apelo al César.
12 Y entonces Festo, hablando con el concilio, respondió: ¿apelaste al César? al César irás.

Pablo ante Agripa y Berenice

13 Y después de algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.
14 Y cuando llevaban allí muchos días, Festo declaró la causa de Pablo al rey, diciendo: Hay un hombre que quedó preso por Félix:
15 Sobre el cual, estando yo en Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos me informaron, pidiendo condena contra él.
16 A quien respondí: No es costumbre de los romanos entregar a nadie a la muerte, antes de que el acusado tenga a los acusadores cara a cara, y tenga lugar para responder acerca de la acusación
17 Por tanto, cuando llegaron aquí, sin demora alguna, al siguiente me senté en el tribunal y ordené traer al hombre.
18 Contra quien, estando en pie los acusadores, no presentaron ninguna acusación de lo que yo suponía:
19 sino que tenían ciertas cuestiones contra él, de su superstición, y de un tal Jesús que estaba muerto, a quien Pablo afirma que vive.
20 Y yo dudaba acerca de tales cuestiones, le pregunté si quería ir a Jerusalén, y allí ser juzgado de estas cosas.
21 Pero cuando Pablo apeló a ser reservado a la audiencia de Augusto, ordené que se lo retuviera hasta que yo lo enviara al César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo: También quiero oír a ese hombre por mí mismo. Y mañana, dijo, lo oirás.
23 Y al siguiente, vino Agripa y Berenice con gran phantasia, y entraron en el auditorio con los capitanes y sobre los principales hombres de la ciudad, y por orden de Festo trajeron a Pablo.
24 Y dijo Festo: Rey Agripa, y todos los hombres que están acá presentes con nosotros, vean a este, acerca de quien toda la multitud de los judíos me demandó, tanto en Jerusalén, como aquí también, gritando que no debe vivir más.
25 Pero yo encontré que no cometió nada digno de muerte, y que él mismo, de hecho, apeló a Augusto, krino enviarlo.
26 De quien no tengo nada cierto que escribir a mi señor. Por eso lo traje delante tuyo, y especialmente delante tuyo, oh rey Agripa, para que después de haberlo examinado, tenga algo que escribir.
27 Porque me parece irrazonable enviar a un prisionero, y aún no señalar la causa que se le imputa.

26

Defensa de Pablo ante Agripa

1 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Entonces Pablo extendió la mano y respondió:
2 Me considero makarios, rey Agripa, hoy responderé ante ti de todo cuanto se me acusa por los judíos:
3 Especialmente por que sé que eres experto en todas las costumbres y cuestiones acerca de los judíos: por eso te pido que me escuches pacientemente.

Vida anterior de Pablo

4 Mi forma de vida ciertamente, aún desde mi juventud, fue al principio en mi propia nación en Jerusalén, conocida por todos los judíos;
5 Me conocieron desde el principio, si quisieran testificar, que según la secta más estricta de nuestra religión viví fariseo.
6 Y ahora estoy de pie, juzgado por la esperanza de la promesa hecha por Dios a los padres:
7 En la cual nuestras doce tribus, sirviendo constantemente día y noche, esperan alcanzar. Por esta esperanza, rey Agripa, soy acusado por los judíos.
8 ¿Qué? ¿contigo juzgan increíble que Dios resucite a los muertos?

Pablo el perseguidor

9 Y yo pensaba en mí mismo, que debía hacer mucho en oposición al nombre de Jesús de Nazaret.
10 Lo que también hice en Jerusalén; y a muchos de los santos encerré en la cárcel, recibiendo autoridad de los sumos sacerdotes; y al matarlos, tomé pséphos.
11 Y los castigaba muchas veces en todas las sinagogas, y los obligaba a blasfemar; y emmainomai excesivamente contra ellos, los perseguía hasta ciudades extranjeras.

Pablo relata su conversión

12 En las que, cuando fui a Damasco con autoridad y comisión de los sumos sacerdotes,
13 Al mediodía, rey, vi en el camino una luz del cielo, superior al resplandor del sol, brillando alrededor mío y de los que viajaban conmigo.
14 Y todos nosotros caímos al suelo, y oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? duro te es patear contra el aguijón.
15 Y yo dije: ¿Quién eres, Señor? Y Él dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies: porque me aparecí a ti para esto, hacerte ministro y testigo de lo que viste, y también de lo que me apareceré a ti;

17 Liberándote del pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
18 para abrirles los ojos y volverlos de la oscuridad a la luz, y de la autoridad de satanás a Dios, para que ellos reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe que está en mí.

Pablo obedece a la visión

19 Desde entonces, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial:
20 sino que primero declaré a los de Damasco, y en Jerusalén, y por todas las costas de Judea, y a los gentiles, que se arrepientan y se vuelvan a Dios, y hagan obras dignas de arrepentimiento.
21 Por esto los judíos me atraparon en el templo, intentando matarme.
22 Pero, recibiendo la ayuda de Dios, continúo hasta el día de hoy, testificando tanto a grandes como a chicos, diciendo nada fuera de lo que los profetas y Moisés dijeron que debía suceder:
23 Que Cristo sufriría, y que sería El primero en resucitar de entre los muertos, y haría proclamar la luz al pueblo y a los gentiles.

Pablo insta a Agripa a que crea

24 Y hablando él estas cosas, Festo dijo a gran voz: Pablo! ¡estás loco!; muchas letras te enloquecen!
25 Pero él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo; más bien, hablo palabras de verdad y cordura.
26 Porque el rey conoce esto, ante quien, también hablo libremente; Porque estoy convencido de que nada de esto se le ocultó; porque estas cosas no se hicieron en un rincón.
27 Rey Agripa, ¿crees en los profetas? Sé que crees.
28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Casi me convences de ser Christianos.
29 Y Pablo dijo: Quisiera que Dios no sólo a ti, sino también a todos los que me escuchan hoy, sean como yo soy, por poco o por mucho, excepto estas cadenas.
30 Y hablando él estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se sentaron con ellos:
31 Y apartándose, hablaron entre sí, diciendo: Este hombre no hizo nada digno de muerte ni de prisiones.
32 Entonces Agripa dijo a Festo: Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado al César.

27

Pablo es enviado a Roma

1 Y cuando se decidió que nosotros naveguemos a Italia, entregaron así a Pablo y a algunos otros prisioneros a un tal Julio, centurión de la compañía de Augusto.
2 Y entrando en una nave de Adramitio, partimos con intención de navegar por las costas de Asia; Aristarco, macedonio de Tesalónica estaba con nosotros.
3 Y al siguiente llegamos a Sidón. Y Julio trató cortésmente a Pablo, le permitió ir a sus amigos para ser asistido por ellos.
4 Y salimos de ahí , navegando debajo de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5 Y navegando por el mar de Cilicia y Panfilia, llegamos a Myra, de Licia.
6 Y allí el centurión encontró una nave de Alejandría navegando hacia Italia; y nos puso en ella.
7 Y navegamos lentamente muchos días, y apenas llegamos frente a Cnido, el viento no nos permitió, navegamos bajo Creta, frente a Salmone;
8 Y difícilmente la pasamos, llegamos a un lugar llamado Los buenos puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

9 Pero pasado mucho tiempo, y siendo ya peligroso navegar, porque ya pasó el ayuno, Pablo los amonestó,
10 Y les dijo: Señores, percibo que este viaje va a ser con perjuicios y mucho daño, no sólo de la carga y de la nave, sino también de nuestras vidas.
11 Pero, el centurión creyó más al piloto y al dueño de la nave, que a lo dicho por Pablo.
12 Y como el puerto no era cómodo para invernar, la mayoría se puso de acuerdo en partir de allí, si por algún medio podían llegar a Fenicia, a invernar; puerto de Creta, que mira hacia el sudoeste y el noroeste.

 

La tempestad en el mar

13 Y el viento del sur sopló suavemente, pensando que lograron su propósito, elevaron, navegando cerca de Creta.
14 Pero no mucho después se levantó contra ella un viento tempestuoso, llamado Euroclydon.
15 Y la nave fue arrebatada, y no pudiendo resistir al viento, la dejamos llevar.

16 Y corriendo bajo cierta isla llamada Clauda, a penas pudimos dominar el esquife:
17 El cual, elevándolo, se ayudaron apuntalando la nave; Y temiendo no caer en las arenas movedizas, soltaron velas, y así fuimos llevados.
18 Y nosotros bajo gran tempestad, al siguiente aligeramos la nave;
19 Y al tercer día echamos con nuestras manos el aparejo de la nave.
20 Y ni el sol ni las estrellas aparecieron en muchos días, y una tempestad no pequeña cayó, entonces desapareció toda esperanza de que nos salvemos.
21 Pero después de larga abstinencia, Pablo se paró en medio de ellos, y dijo: Señores, ciertamente debieron escucharme, y no zarpar de Creta, y así ganar este daño y pérdida.
22 Y ahora los exhorto a tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre ustedes, excepto la nave.
23 Porque esta noche estuvo junto a mí El Ángel de Dios, de quien soy y a quien sirvo,
24 Diciendo: No temas Pablo; tú debes ser llevado ante el César; Y acá, Dios te dio a todos los que navegan contigo.
25 Por esto señores, tengan buen ánimo: porque le creo a Dios, que así será, de tal manera como me dijo.
26 Pero nosotros debemos lanzarnos a alguna isla.
27 Y cuando llegó la decimocuarta noche, fuimos llevados por el mar adriático, como a medianoche los navieros sospecharon que se acercaban a algún país;
28 Y sondearon, y encontraron veinte brazas; y un poco más adelante, sondearon de nuevo, y encontraron quince brazas.
29 Entonces, temiendo de no caer sobre las rocas, lanzaron cuatro anclas por la popa, deseando que sea de día.
30 Y los marineros estaban a punto de escapar de la nave, como si fueran a lanzar las anclas por la proa, lanzaron la barca al mar,
31 Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, ustedes no podrán salvarse.
32 Entonces los soldados cortaron las cuerdas del esquife, y lo dejaron caer.
33 Y mientras se hacía de día, Pablo rogó a todos que tomaran de comer, diciendo: Hoy es el decimocuarto día que velan y permanecen en ayunas, sin comer nada.
34 Por esto les ruego que tomen algo de comer, porque esto es para su salud; porque ni un pelo caerá de la cabeza de ninguno de ustedes.
35 Y diciendo esto, tomó pan, agradeció a Dios en presencia de todos; y partiéndolo, comenzó a comer.
36 Entonces todos tuvieron buen ánimo, ellos también tomaron de comer.
37 Y eramos todos en la nave doscientas setenta y seis almas.
38 Y comiendo suficiente, aligeraron la nave tirando el trigo al mar.

 

El naufragio

39 Y cuando se hizo de día, no conocían la tierra; pero descubrieron cierta ensenada con orilla, en la cual pensaban, si era posible, meter la nave.
40 Y largando las anclas, se entregaron al mar, soltaron las amarras del timón, izaron la vela mayor al viento y se dirigieron hacia la costa.
41 Y cayendo en un lugar donde se unían dos mares, encallaron la nave; Y así la parte delantera se mantuvo inmóvil, pero la parte trasera se partió con la violencia de las olas.
42 Y el consejo de los soldados era matar a los prisioneros, para que ninguno de ellos escapara nadando.
43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió su intención, y ordenó que los que podían nadar se lanzaran primero al mar y llegaran a tierra:
44 Y los demás, unos sobre tablas, y otros sobre pedazos de la nave. Y así sucedió, que escaparon todos sanos a tierra.

28

Pablo en la isla de Malta

1 Y estando a salvo, entonces supieron que la isla se llamaba Melita.
2 Y los barbaros nos mostraron no poca bondad: porque encendieron un fuego, y nos recibieron a cada uno, por la lluvia que caía, y por el frío.
3 Y cuando Pablo juntó algunas ramas y las puso sobre el fuego, una víbora salió por el calor prendiéndose de su mano.
4 Y cuando los bárbaros vieron al thérion colgando de su mano, dijeron entre sí: Sin duda este hombre es un asesino, a quien, salvándose del mar, la condena no lo deja vivir.
5 Y él así, sacudió la bestia en el fuego, y no sintió ningún daño.
6 Sin embargo, miraron si se hinchaba, o si caía muerto de repente; pero después de mirar bastante, y viendo que no le sucedía ningún mal, cambiaron de opinión diciendo que era un dios.
7 En en esa misma costa estaban las propiedades del jefe de la isla, llamado Publio, quien nos recibió hospedándonos cortésmente durante tres días.
8 Y sucedió que el padre de Publio yacía enfermo de fiebre y disentería: a quien Pablo llegó, y orando, le impuso las manos, y lo sanó.
9 Así, hecho esto, vinieron también otros que tenían enfermedades en la isla, y therapeuó:
10 Que también nos honraron con muchos honores; y al partir, nos cargaron con lo necesario.

 

Pablo llega a Roma

11 Y después de tres meses partimos en una nave de Alejandría, que invernó en la isla, marcada: Cástor y Pólux.
12 Y desembarcando en Siracusa, estuvimos tres días.
13 Desde allí, costeando llegamos a Rhegium: y después de un día soplando viento del sur, llegamos a Puteoli al día siguiente:
14 Donde encontramos hermanos, y nos pidieron que nos quedáramos con ellos siete días: y así fuimos hacia Roma.
15 Desde allí, cuando los hermanos oyeron hablar de nosotros, vinieron a nuestro encuentro hasta el foro de Appii, y Las tres tabernas: A quien al ver Pablo, agradeció a Dios y cobró ánimo.
16 Y cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los prisioneros al capitán de la guardia; pero a Pablo se le permitió vivir solo con un soldado que lo custodiaba.

 

Pablo predica en Roma

17 Y sucedió, después de tres días Pablo convocó a los principales de los judíos; y reunidos ellos, les dijo: Varones hermanos, yo, no haciendo nada contra el pueblo o costumbres de nuestros padres; fui entregado prisionero desde Jerusalén a las manos de los romanos.
18 Quienes al examinarme, querían dejarme ir, porque no había causa de muerte en mí.
19 Pero los judíos se opusieron, fui obligado a apelar al César, no como teniendo algo de que acusar a mi nación.
20 Por esta causa entonces, los llamé para verlos y hablar: Por la esperanza de Israel estoy atado con esta cadena.
21 Y ellos dijeron a él: Ni recibimos cartas de Judea acerca de ti, ni ninguno de los hermanos que vinieron mostró o habló algo malo de ti.
22 Pero deseamos oír de ti lo que piensas; porque de cierto, acerca de esta secta, nosotros bien sabemos que en todas partes se habla en contra de ella.
23 E indicándole un día, muchos vinieron a él al alojamiento, a quienes expuso y testificó el reino de Dios, y así peithó acerca de Jesús, tanto de la ley de Moisés y los profetas, desde la mañana hasta la tarde.
24 Y así, algunos creyeron lo que decía, y otros no creyeron.
25 Y como no estaban de acuerdo entre sí, se marcharon, hablando Pablo una palabra: Bien habló El Santo Espíritu por el profeta Isaías a nuestros padres,

26 Diciendo: Ve a este pueblo, y dile:

Oyendo oirán, y no entenderán;

y viendo verán, y no percibirán:
27 Porque el corazón de este pueblo se engrosó,

y sus oídos oyen bareós,

y cerraron sus ojos;

no sea que vean con sus ojos,

y oigan con sus oídos,

y entiendan con el corazón,

y se conviertan, y los sane.
28 Entonces, sea conocido a ustedes, que la salvación de Dios se envía a los gentiles, y ellos la oirán.
29 Y al decir estas palabras, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.
30 Y Pablo vivió dos años enteros en su casa alquilada, y recibía a todos los que venían a él,
31 Predicando el reino de Dios, y enseñando lo tocante al Señor Jesús Cristo, con toda confianza, sin obstáculo.

27/6/24

 

 

 

 
 
 
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